No ocultes resentimientos
y trata de resolverlos lo más pronto posible. Cuando callamos, albergamos resentimientos que con el tiempo, sólo crecen y empeoran la situación. Elige tus batallas y aprende a perdonar. Recuerda la analogía de Buda, cuando decía que negarse a perdonar es como esconder una brasa encendida en el puño de la mano, para arrojársela al enemigo. La única que se quema eres tú.
No cierres la comunicación.
Incluso en las buenas relaciones, muchas veces asumimos que la otra persona sabe lo que pensamos o sentimos, cuando en realidad no es así. Ni madres ni hijas pueden leerse la mente. Sé clara y di lo que piensas, para evitar malos entendidos. No olvides la importancia de saber escuchar.
No juzgues a nadie
hasta haber caminado una milla en sus mocasines. Mintle coincide con el viejo dicho indígena. Tanto si eres la madre o la hija, trata de entender que ambas provienen de distintas generaciones y tienen que enfrentar distintas circunstancias y problemas. No temas en ser la primera en acercarse y tratar de resolver el conflicto.