28 } VIDAMÉDICA / VOCACIÓN PÚBLICA
pidieron que no se diera a conocer su trabajo, es decir, que lo
hiciera, pero “sin hacer ruido”, recuerda. Hoy, asegura que le
sorprende que existan proyectos de ley en favor de las perso-
nas transexuales, que las operaciones para personas cada vez
más jóvenes, lo mismo que, a la vez, lo entusiasma.
Pero luego de casi medio siglo en el sector público, también
tiene una mirada sin tapujos y bastante dura de la realidad del
sistema sanitario y del hospital que fue su segundo hogar.
- Comenzó con estas operaciones en una época muy difícil
para la diversidad sexual…
Empecé hace 43 o 44 años porque me enfrenté a una transe-
xual y pensé que con la cirugía que la persona necesitaba,
uno podía beneficiarla, satisfacer un requerimiento muy im-
portante para ella. Pero rápidamente entendimos que era muy
fundamental, prácticamente vital, y que producía un cambio
permanente y definitivo muy favorable para su vida.
- Es una demanda sumamente personal
Así es, empezamos a darnos cuenta que no es posible cambiar
el sexo ni con cirugías, ni con hormonas, ni con sicoterapia. En
estas personas, el sexo esta cambiado en el cerebro y después
de los 4 ó 5 años, cuando está fijo, los especialistas han indi-
cado que no se puede cambiar. En transexuales, la experiencia
de los últimos 80 años ha demostrado que, si uno como médico
los apoya a que modifiquen su cuerpo en relación de su sexo si-
cológico, logran hacer una vida razonablemente satisfactoria.
aprendizajes que obtuvo con la experiencia. “Yo no cambio el
sexo, eso esta en la cabeza, en la psiquis, eso es imposible de
corregir. La única manera de ayudarlos es corrigiendo el físico
a esa realidad”, explica.
En la década de los 60, estudió en la Universidad de Chile, se
especializó en el Hospital Barros Luco y participó en trasplan-
tes de riñón en los primeros procedimientos del país. Esto, en el
marco de las operaciones que encabezó el doctor Jorge Kaplán
para trasplantes de corazón. Allí, el fallecido ex alcalde de Viña
del Mar, lo convocó a su equipo con el fin de rescatar otros ór-
ganos, para no perderlos y darles un uso para que se pudieran
salvar las vidas de otras personas.
Su inicio en las genitoplastías fue más bien casual. A mediados
de los 70, una paciente suya llegó con una sentida petición. Su
hija requería el procedimiento y el doctor aceptó en medio de
trabas burocráticas, los cuestionamientos éticos y morales y
con un entorno marcado por la dictadura del General Pinochet.
Su trabajo no se detuvo y desde 1976 al 2019, fueron casi 700
los pacientes a los que les realizó el procedimiento. Pero con el
regreso a la democracia, la situación no fue muy distinta y le
- Es una situación muy compleja
Es muy penosa para ellos y para sus familias. Uno se va con-
venciendo. Hace 20 años, a los trans de origen socioeconómico
bajo los echaban de sus casas. Hace 30 años atrás el porcentaje
de prostitución era muy alto, sobre el 50%. Hace 30 años al-
guien que había empezado a tomar hormonas a los 25 años, era
muy evidente y empezaban a generar prejuicios y rechazos.
Hoy, con apoyo y comprensión, pueden desarrollarse, traba-
jar, estudiar. El paciente transgénero que recibe tratamiento se
nota muy poco.
- ¿Le tocó vivir discriminación o efectos personales?
Los colegas me decían por favor no traigas a tus pacientes a la
sala de espera. Hace 25 años un hombre que llegaba vestido de
mujer significaba SIDA. En 1992 presenté la problemática al
Comité de Ética del hospital y luego de revisar la experiencia
internacional acordaron que era un acto médico, pero que no
debía afectar la imagen del hospital, por lo que tenía que ha-
cerlo sin que lo supiera nadie. Todavía tengo dificultades para
hacer las operaciones en clínicas privadas que no aceptan este
tipo de pacientes. Esa era la visión del país y por suerte ha
cambiado.