VIAJES DE GULLIBER Swift, Jonathan - Los viajes de Gulliver | Page 147
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Desde su infancia son los yahoos asombrosamente ágiles; sin embargo, pude coger a un
muchacho pequeño de tres años e intenté aquietarle haciéndole toda clase de caricias. Pero
el endemoniado comenzó a gritar, a arañar y morder con tal violencia, que me vi precisado
a soltarle; y lo hice muy a tiempo, porque al ruido había acudido, y ya nos rodeaba, un
verdadero ejército de animales grandes, los cuales, viendo que la cría estaba en salvo -pues
echó en seguida a correr-, y como mi potro alazán estaba al lado, no se atrevieron a
arrimarse. Advertí que la carne del pequeño exhalaba un olor muy fuerte, como entre hedor
de comadreja y zorro, pero mucho más desagradable.
Por lo que pude ver, los yahoos son los más indómitos de los animales; su capacidad no
pasa nunca de la precisa para arrastrar o cargar pesos. Opino, sin embargo, que este defecto
nace principalmente de su condición perversa y reacia, pues son astutos, malvados,
traicioneros y vengativos. Son fuertes y duros, pero de ánimo cobarde, y, por consecuencia,
insolentes, abyectos y crueles. Se ha observado que los de pelo rojo son más perversos que
los demás y les exceden con mucho en actividad y en fuerzas.
Los houyhnhnms tienen los yahoos de que se están sirviendo en cabañas no distantes de
la casa; pero a los demás los envían a ciertos campos, donde desentierran raíces, comen
diversas clases de hierbas y buscan carroña, o algunas veces cazan comadrejas y luhimuhs -
una especie de rata silvestre-, que devoran con ansia. La Naturaleza les ha enseñado a cavar
agujeros con las uñas en los lados de las elevaciones del terreno y allí se acuestan. Las
cuevas de las hembras son más grandes, capaces para alojar dos o tres crías.
Desde la infancia nadan como ranas y resisten mucho rato bajo el agua, de donde con
frecuencia salen con algún pescado, que las hembras llevan a sus pequeños.
Como viví tres años en aquel país, supongo que el lector esperará que, a ejemplo de los
demás viajeros, le dé alguna noticia de las maneras y costumbres de los habitantes, los
cuales era natural que constituyesen el principal objeto de mi estudio.
Como estos nobles houyhnhnms están dotados por la Naturaleza con una disposición
general para todas las virtudes, no tienen idea ni concepción de lo que es el mal en los seres
racionales; así, su principal máxima es cultivar la razón y dejarse gobernar enteramente por
ella. Pero tampoco la razón constituye para ellos una cuestión problemática, como entre
nosotros, que permite argüir acertadamente en pro y en contra de un asunto, sino que los
fuerza a inmediato convencimiento, como necesariamente ha de suceder siempre que no se
encuentre mezclada con la pasión y el interés u obscurecida o descolorida por ellos.
Recuerdo que tropecé con gran dificultad para hacer que mi amo comprendiese el sentido
de la palabra «opinión», y cómo un punto podía ser disputable; pues decía él que la razón
nos lleva exclusivamente a afirmar o negar cuando estamos ciertos, y más allá de nuestro
conocimiento no podemos hacer lo uno ni lo otro. De este modo, las controversias, las
pendencias, las disputas y la terquedad sobre preposiciones falsas o dudosas son males
desconocidos para los houyhnhnms. Igualmente, cuando le explicaba yo nuestros varios
sistemas de filosofía natural, solía burlarse de que una criatura que se atribuía uso de razón
se valuase a sí misma por el conocimiento de las suposiciones de otros pueblos a propósito
de cosas en las cuales este conocimiento, caso de existir, no serviría para nada; por donde
resultaba enteramente conforme con los juicios de Sócrates, según Platón lo refiere;
comparación que hago como el más alto honor que puedo rendir a aquel príncipe de los
filósofos; a menudo he reflexionado en la destrucción que semejante doctrina causaría en
las bibliotecas de Europa, y cuántas de las sendas que conducen a la fama quedarían
entonces cortadas en el mundo erudito.
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