VIAJES DE GULLIBER Swift, Jonathan - Los viajes de Gulliver | Page 138
132
había yo dicho que algunos hombres de nuestra tripulación habían salido de su país a causa
de haberles arruinado la ley, palabra ésta cuyo significado le había explicado ya; pero no
podía comprender cómo era posible que la ley, creada para la protección de todos los
hombres, pudiera ser la ruina de ninguno. Por consiguiente, me rogaba que le enterase
mejor de lo que quería decirle cuando le hablaba de ley y de los dispensadores de ella, con
arreglo a la práctica de mi país, porque él suponía que la Naturaleza y la razón eran guías
suficientes para indicar a un animal razonable, como nosotros imaginábamos ser, qué debía
hacer y qué debía evitar.
Aseguré a su señoría que la ley no era ciencia en que yo fuese muy perito, pues no había
ido más allá de emplear abogados inútilmente con ocasión de algunas injusticias que se me
habían hecho; sin embargo, le informaría hasta donde mis alcances llegaran.
Díjele que entre nosotros existía una sociedad de hombres educados desde su juventud
en el arte de probar con palabras multiplicadas al efecto que lo blanco es negro y lo negro
es blanco, según para lo que se les paga. «El resto de las gentes son esclavas de esta
sociedad. Por ejemplo: si mi vecino quiere mi vaca, asalaria un abogado que pruebe que
debe quitarme la vaca. Entonces yo tengo que asalariar otro para que defienda mi derecho,
pues va contra todas las reglas de la ley que se permita a nadie hablar por si mismo. Ahora
bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, tengo dos desventajas. La primera es
que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando
quiere abogar por la justicia -oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza,
si no con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran
precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, como
a quien degrada el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi
vaca. El primero es ganarme al abogado de mi adversario con un estipendio doble, que le
haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo
procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea
posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace
diestramente, conquistará sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que
estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad,
así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se los saca de
entre los abogados más hábiles cuando se han hecho viejos o perezosos; y como durante
toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan
necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que
prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a que asistía la justicia a injuriar a la
Facultad haciendo cosa impropia de la naturaleza de su oficio.
»Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede
volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen cuidado especial en guardar memoria de
todas las determinaciones anteriormente tomadas contra la justicia común y contra la razón
corriente de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades
para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de
conformidad con ellas.
»Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los
fundamentos de ella; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las
circunstancias que no hacen al caso. En el antes mencionado, por ejemplo, no procurarán
nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si
dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la
llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué
138