Las viviendas de segunda residencia. ¿Ocio o negocio?
El paisaje, recurso turístico por excelencia, se está viendo alterado por el modelo de desarrollo basado en la creación de segundas residencias. España es el país de la Unión Europea que tiene mayor número de residencias secundarias, un 32 por ciento del total del parque inmobiliario. La negativa experiencia del litoral mediterráneo que permitió asignar recursos sin límite provocando crecimientos masivos y desordenados, se repite ahora en el Pirineo. Los paisajes estandarizados y carentes de identidad son el resultado de la especulación inmobiliaria. Las hipotéticas ventajas del desarrollo turístico basado en este modelo se han ido desvaneciendo, hasta el punto de que actualmente se plantean serios inconvenientes por las fracturas territoriales y sociales junto con los costes añadidos que generalmente sobrepasan las posibilidades de estos consistorios. Las incógnitas son muchas con este modelo, que a corto plazo se presenta insostenible.
Las segundas residencias constituyen una herencia aristocrática del turismo y del ocio y tienen su origen en el desarrollo de las denominadas ciudades de descanso, asociadas a las grandes ciudades del mundo antiguo.
Las investigaciones turísticas han estado ligadas generalmente a las tipologías turísticas que se desprenden de la definición de turismo que hace la Organización Mundial de Turismo. El turista lleva aparejado, además de un desplazamiento, el pago por la pernoctación. Esta concepción del turismo imperante hasta la fecha hace que determinadas manifestaciones de turismo, como el de segunda residencia o el de retorno, no se contemplen en las estadísticas oficiales. La ausencia de datos provoca una dificultad añadida para su estudio, su cuantificación y su valoración como tipología turística. En zonas rurales del interior peninsular con un fuerte éxodo rural resulta de gran importancia el impacto para los municipios
La Organización Mundial del Turismo (OMT) considera el viaje turístico como un desplazamiento por motivos de placer con una estancia superior a veinticuatro horas fuera del domicilio habitual. Este hecho hace que cobre gran importancia la pernoctación. Ser turista conlleva pernoctar al menos una noche, en caso contrario se consideraría excursionista. De forma simplificada, el turismo es el resultado de la suma de un desplazamiento y una estancia fuera del lugar habitual. Esta acotación tan genérica de un fenómeno multifacético dificulta definir y catalogar personas y movimientos con motivaciones diferentes en un mismo espacio, siendo muy variadas tipologías y no siendo excluyentes entre ellas (Rodríguez, V. 1999:668).