Verdad y Vida JUL-SEP 2016 | Page 7

humanos tengan que vivir hoy hacinados en las grandes metrópolis, alejados y ajenos a la creación de Dios por la que da a conocer al ser humano natural algunos de sus atributos invisibles, y que tantas lecciones nos puede enseñar, como el apóstol Pablo señaló: “…lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa” (Romanos 1:19-20). Dios es amor y absoluto desprendimiento y generosidad. Incluso antes de la creación, que es fruto del desbordamiento de su amor, el objeto de su amor no estaba en sí mismo. Dios, siendo Padre, Hijo y Espíritu Santo, vive y es en un permanente y eterno abrazo de amor que fluye del Padre hacia el Hijo y el Espíritu Santo; del Hijo hacia el Padre y el Espíritu Santo y del Espíritu Santo hacia el Padre y el Hijo. Fue por amor que Dios, en el Hijo, tomó carne como Jesús para poder vivir, sufrir, entregarse, morir, resucitar y ascender por y con cada uno de los seres humanos unidos a él. Así, en y por medio de Cristo, también nos incluyó en su abrazo de amor en el que Dios vive y es permanente y eternamente. Nos hizo una nueva creación en él para que seamos semejantes a él. Y una de esas semejanzas, y que incluso nos muestran las pequeñas plantas en nuestro patio, es no vivir para nosotros mismos, como él tampoco vive para sí mismo. Es así como el apóstol Pablo lo www.comuniondelagracia.es declaró: “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Para esto mismo murió Cristo, y volvió a vivir, para ser Señor tanto de los que han muerto como de los que aún viven” (Romanos 14:7-9). Otra característica con la que nos enseñan las plantas es que crecen en dirección a la luz. Si tienes una planta de interior en una maceta, colocada al lado de una ventana, te habrás dado cuenta de que tendrás que girarla de vez en cuando para que crezca equilibrada y armoniosa, de otra forma crecerá torcida hacia el lado de la mayor luminosidad, ya que crecen en dirección a la luz. La Palabra de Dios nos dice que Jesucristo es la luz de la humanidad (Juan 1:4-10) y es en dirección a él que tenemos que estar creciendo. Cada donativo, por pequeño que sea, como llegan a veces de 5,00 € en un sobre, y que hace posible que podamos enviar Verdad y Vida a una persona que no puede contribuir, nos indica que la persona que lo envía está aprendiendo a vivir de acuerdo al propósito de Dios para su vida, de no vivir para sí misma. No vivamos para nosotros mismos como tampoco Dios lo hace. Seamos generosos y desprendidos, como nos muestra incluso el limitadísimo ejemplo de la creación del que gozamos en nuestro patio. Y no dejemos de mirar y de crecer en dirección a la luz del resplandor de la gloria de Dios, Jesucristo. Verdad y Vida Julio – Septiembre 2016 7