humanos tengan que vivir hoy hacinados en las grandes metrópolis, alejados
y ajenos a la creación de Dios por la
que da a conocer al ser humano natural
algunos de sus atributos invisibles, y
que tantas lecciones nos puede enseñar, como el apóstol Pablo señaló: “…lo
que se puede conocer acerca de Dios
es evidente para ellos, pues él mismo
se lo ha revelado. Porque desde la
creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder
y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de
modo que nadie tiene excusa” (Romanos 1:19-20).
Dios es amor y absoluto desprendimiento y generosidad. Incluso antes de
la creación, que es fruto del desbordamiento de su amor, el objeto de su amor
no estaba en sí mismo. Dios, siendo
Padre, Hijo y Espíritu Santo, vive y es
en un permanente y eterno abrazo de
amor que fluye del Padre hacia el Hijo y
el Espíritu Santo; del Hijo hacia el Padre
y el Espíritu Santo y del Espíritu Santo
hacia el Padre y el Hijo.
Fue por amor que Dios, en el Hijo,
tomó carne como Jesús para poder vivir, sufrir, entregarse, morir, resucitar y
ascender por y con cada uno de los seres humanos unidos a él. Así, en y por
medio de Cristo, también nos incluyó en
su abrazo de amor en el que Dios vive y
es permanente y eternamente.
Nos hizo una nueva creación en él
para que seamos semejantes a él. Y
una de esas semejanzas, y que incluso
nos muestran las pequeñas plantas en
nuestro patio, es no vivir para nosotros
mismos, como él tampoco vive para sí
mismo. Es así como el apóstol Pablo lo
www.comuniondelagracia.es
declaró: “Porque ninguno de nosotros
vive para sí mismo, ni tampoco muere
para sí. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos o que
muramos, del Señor somos. Para esto
mismo murió Cristo, y volvió a vivir, para
ser Señor tanto de los que han muerto
como de los que aún viven” (Romanos
14:7-9).
Otra característica con la que nos
enseñan las plantas es que crecen en
dirección a la luz. Si tienes una planta
de interior en una maceta, colocada al
lado de una ventana, te habrás dado
cuenta de que tendrás que girarla de
vez en cuando para que crezca equilibrada y armoniosa, de otra forma crecerá torcida hacia el lado de la mayor luminosidad, ya que crecen en dirección a
la luz. La Palabra de Dios nos dice que
Jesucristo es la luz de la humanidad
(Juan 1:4-10) y es en dirección a él que
tenemos que estar creciendo.
Cada donativo, por pequeño que
sea, como llegan a veces de 5,00 € en
un sobre, y que hace posible que podamos enviar Verdad y Vida a una persona que no puede contribuir, nos indica
que la persona que lo envía está aprendiendo a vivir de acuerdo al propósito
de Dios para su vida, de no vivir para sí
misma.
No vivamos para nosotros mismos
como tampoco Dios lo hace. Seamos
generosos y desprendidos, como nos
muestra incluso el limitadísimo ejemplo
de la creación del que gozamos en nuestro patio. Y no dejemos de mirar y de
crecer en dirección a la luz del resplandor de la gloria de Dios, Jesucristo.
Verdad y Vida Julio – Septiembre 2016
7