por Kerry Gubb
E
l yugo estaba
en mí verdaderamente. Ambos éramos dos
estudiantes participando en una excavación arqueológica en el Monte del
Templo en Jerusalén que habíamos decidido cruzar a pie el desierto de Judea,
desde Beit Hanina a Jericó a lo largo de
Wadi Kilt. ¡Uno es joven solo una vez!
No se requería gran equipamiento.
Temperaturas de más de 50º C. a la
sombra significaba que teníamos que
llevar agua. Y el agua es pesada para
andar con ella. Esa fue mi introducción
a la mochila beduina que es simple en
sí misma. Es como un grueso poncho
colorido de piel de cabra con un agujero
para la cabeza y grandes bolsillos delante y detrás. Cuando tu carga se distribuye entre todos los bolsillos puedes
llevar una carga bastante pesada, por
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Verdad y Vida
que la presión se concentra a lo largo
de la espina dorsal, verticalmente, facilitando una postura saludable recta. No
hay que echarse hacia adelante para
compensar la presión de tu espalda.
¡Ingenioso. Justo lo que necesitábamos!
Aprendimos de los nómadas del desierto una lección valiosa.
Años después tuve la oportunidad
de predicar sobre la maravillosa invitación de Jesús en Mateo 11:28-30: “Venid
a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os daré descanso. Cargad con mi yugo y aprended de mí,
pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontraréis descanso para
vuestra alma. Porque mi yugo es suave
y mi carga es liviana”.
Comprensiblemente la mochila beduina encontró su camino como ilustración en mi mensaje. Después de todo
había algunos paralelismos valiosos
como estos:
Julio - Septiembre 2016
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