Vendedores informales Mango biche | Page 3

El día trascurre con normalidad, afortunadamente el clima cam- bia y así mismo el incremento de los clientes, que ahora son más. El parque toma una apariencia más amable pues los niños junto con sus padres se ven a lo largo de la plaza y así mismo la cantidad de vendedores ambulantes. Unos vendiendo bonice, helados caseros, manillas, obleas, ceviches, minutos y todo lo que uno se pueda imaginar. “Este es un trabajo como cualquie- ra, muchos vivimos de esto y sostenemos desde hace años a nuestra familias, inclusive heredamos este trabajo, y eso es lo que la gente y el gobierno no entiende, si es cierto que hay algu- nos pillos que se camuflan en puestos ambulantes para vender droga y otros avispados que nos cobran por estar aquí, pero no hacemos nada malo, solo trabajamos para vivir decentemente, de hecho hay algunos compañeros que si les ha tocado es mas bien por necesidad, por la cuestión del desempleo y otros que llegan de distintos lugares disque buscando un mejor futuro y les toca lucharla en la calle vendiendo dulces o subiéndose a los buses vendiendo manillas” cuenta Fernando. A eso de las seis de la tarde, el día laboral de Fernando llega a su fin, porque el mango biche no se vende muy bien en las noches, y así mismo como armo su puesto de trabajo en la mañana, levanta y desarma todo para em- prender el largo viaje hasta su casa “yo con gusto lo guardaría en un parqueadero, donde guardan las carre- tas mi colegas maso menos a dos cuadras, pero no me puedo dar esos lujos, prefiero esforzarme y guardarme los cinco mil pesos; esos me sirven más para la comida de mi familia o para ahorrar para cuando no hay mucha venta” expresa Fernando al mismo tiempo que empuja su carro rumbo hacia su hogar, con la satisfacción de llevar lo necesario para que su familia viva bien.