dos mil, eso lo hice pensando en los niños que salen a medio día del colegio, y vienen a comprar de los
pequeños, pero jóvenes mayorcitos ya compran los de dos mil” explica Fernando.
Efectivamente debido al clima las ventas no son muy grandes, pues en el parque se nota la ausencia de
las personas con el incremento de las gotas, pero precisamente aprovechando la falta de clientes, a cer-
ca del medio día, Fernando saca de su carro un recipiente con el almuerzo que su esposa sagradamente
le empaca cada mañana, y sentado en un butaco comienza a almorzar, sus compañeros lo molestan por
lo temprano que almuerza y él mostrando sus dientes, se ríe de los comentarios y responde entre mue-
las. Así mismo intenta almorzar rápido pues argumenta que a eso de las doce y media empiezan a salir
los niños de los colegios y probablemente cambie un poco el clima. Como anunciado por un brujo, casi
siendo la una de la tarde, su primer cliente llega a comprar un mango con mucha sal y mucho limón
“sinceramente prefiero estos que son de tiritas, porque eso al otro lado del parque, inclusive por la carre-
ra séptima hay unos que venden el mango completo solo lo tajan, pero uno se unta mucho por eso pre-
fiero venir hasta aquí” cuenta Andres mientras recibe el vaso y sus vueltas.