vecindad
Recuerdo y muero
Estratagema urbano
La estremecida retina
no fue capaz de impedir derramar la sal
pulverizar la “magdalena” en los labios
como si la vida estuviera concentrada
en aquel ineluctable sabor
de nostalgia que vela su entierro.
Recuerdos que miran como si fueran adornos
que habitan el espacio
de risas enmarcadas en las paredes
de voces que descansan sobre el sillón vacío.
Fragmentos desparramados de seres
de sidos
como piezas de puzzle imaginario
Finitudes de gente jugando el mismo juego
versos de calles colgados en los percheros
sombras que esperan encontrarse en el espejo
para conocerse
y ya no derramar más tinta sobre la túnica de la muerte.
Soy la desilusión, la injuria y una sonrisa.
La palabra siempre espontánea sale
de esta mi boca y luego… a distancia prudente
me observa con miedo, con interrogación
sin exclamación; sólo me mira.
Ella no sabe que los oídos son
en realidad agujeros donde se esconde
la verdad por miedo a ser exteriorizada.
Ni siquiera sabe que mi boca es la fosa abierta
que emana la pútrida esencia humana.
Y ella -la palabra- se queda allí
esperando el agujero
que la guarde por un tiempo etéreo.
Naira Miranda
Cali, Colombia
Iván Cóccaro
Angélica
Vanessa
Montevideo, Uruguay
El funesto fin del bufón
Entró pues, el bufón a la corte y con algunas palabras intentó hacer reír al rey quien lo miró
despectivamente. En vano lo intentó por segunda vez y el rey, haciéndole una señal al verdugo,
autorizó que se lo llevaran. Camino a la guillotina, el bufón reflexionó sobre su profesión y los
años de entrega a este hostil oficio. El verdugo le introdujo la cabeza en el artefacto y mientras
la guillotina caía, el bufón decidió llorar con tranquilidad después de veinte años de risa.
La cabeza rodó, la función había terminado y sonriendo inútilmente aceptó como todos los
presentes que la razón había muerto.
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Abigail Bécquer
Cali, Colombia