Primero te pienso, luego te tiento y ardo. ¿Cómo parar el tren?
¿Cómo enseñar al niño a caminar cuando él creía correr y volar?
Me poseen ganas de partir pero no puedo, me siento sujeto a todo lo que
tu semblante de libertad representa, a lo que tu piel al roce con las
estrellas ha dejado en mí; ése es mi horizonte, donde tú, mi cielo y mi
despertar se unen en un anhelo divino, en un beso o en dos, en una caricia,
o en más, amor.
Me enfada que no pueda marcharme, quiero ser un pez fuera del agua,
correr y saltar en la playa; y no lo logro. Me aqueja la impotencia, la ira, el
enojo. ¿Por qué atar mis labios a ti? ¿Cuándo fue que sucedió? ¿Eres acaso
una adicción?
Al pasar los momentos me invaden, como Alemania con Polonia sin
oponer un poco de resistencia, un par de recuerdos; algunos “te quiero”,
otros susurros de un “mi amor” y abrazos tan cálidos que los celaría el
mismo sol de verano.
Y me siento querido, me siento deseado, mi frente se eleva al cielo y los
astros son míos, los meteoros canturrean mi nombre y apellido. Las aves
silban para mí y yo olvido corearlas, no merecen el desgaste de mi voz, soy
soberbio y extravío la humildad más que las llaves del auto.
Todo eso con un par de palabras que apenas y se asemejan, sin llegar a
un “te amo”, limitadas por una asíntota transversal que araña mi cuello al
desear la mortalidad de mi supuesto amor eterno, vanagloriarme de las
victorias en otras guerras.
Todo esto te diría amor mío: que soy un simple humano, un sumiso
demonio, un montón de pecados secos, defectos insuficientes y virtudes
sobrevaloradas. Soy todo lo que una vez quise ser y a lo que siempre temí,
pero esta carta no llegará a ti, pues ni si quiera la he redactado, el más
fuerte de los pecados capitales me impide ir a encontrarte, escribirte o
desearte, mi amor es eterno, pero más grande que el tiempo sólo existe la
pereza.
Manuel Alejandro Ramos Ayala (Naica, México)
http://chatomusik.blogspot.mx
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