permite otra escapatoria más que robar del bolsillo ajeno un par de
pesetas.
La contemplo dirigirse con rumbo a otros cielos que no son los míos,
embarcarse en mares desconocidos, transitando entre tormentas y
desiertos, la descubro orando a otros Dioses, cantando a otra luna y
despabilarse bajo el brillo de refulgentes estrellas, constelaciones para mí
desconocidas. Me carcome la envidia, quisiera tener uno y mil ojos,
divisarla desde todos los puntos de la cúpula celeste, desde la perspectiva
de todos los seres. Seguir observando hasta que no pueda más, hasta que
le quiera menos, pero no pasa, nunca compárese ese olvido tan esperado,
la barcaza no se divisa remotamente de la isla en la que he naufragado.
Vas y vienes, llegas, te quedas un rato, y luego caminas sin mirar atrás.
Pero se estanca tu aroma, siempre es tu aroma el que desata todo, el que
comienza el despojo de mis prendas. Hueles a humana, a mujer entera, a
fruta madura, a sudor de primavera, a libro viejo, a rosal y espinas.
¿Cómo resistirme a ello? ¿Cómo pelear contra el hambre que tengo por
tus labios? Si como pan salido del horno y colocado en la ventana, me
invita a tu casa, a tu templo, a tu piel; y me desplomo rendido ante vos,
arrodillado a media plegaria por beber de tu fuente y que me otorgues de
nuevo la vida eterna. Me derrito en tus labios, entro por tu boca, sacio tu
sed y la mía. Muchos piensan que la gula y la lujuria son dos, pero
eternamente ha sido una, ésta hambre siempre se acrecienta cuando
pruebo tu paraíso.
Sé que el problema con vos va más allá de la magia y la fantasía, la
ciencia también es incluida, esto es de gravedad pues cada que lanzo un
pensamiento al cielo cae hacía ti, brota de mi piel el géiser del deseo, corre
por mi frente una gota de tu miel, salada y dulce, un sudor amargo de
lujuria y desenfreno.
Vampiresa insaciable, bebes de mi cuello y no solo te llevas mi sangre o
mi cordura, también mi alma entera a besos; latigazos del señor feudal en
que se ha convertido tu palpitar en sincronía con el mío. Y sorbo sin saciar
la sed, como sin saciar el hambre, pero cuando no te ingiero desfallezco
lentamente de inanición, bien adentrado en estos poemas nocturnos
durante mi desvelo.
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