adueñaban del espacio, a veces caótico. Apenas tenías diez años y tu
madre estaba en la cocina, preparando los bocadillos y las tapas que
Mariano iba demandando. Tú debías hacer los deberes del colegio, pero
no te podías sustraer al ambiente que allí se respiraba, tan distinto del
orden disciplinario del que regresabas cada día al acabar la jornada
escolar. Querías ser como él, y tener algún día un bar exactamente igual
a ese. Lo admirabas en secreto, aunque no te dieras cuenta a tu corta
edad. Apoyado en un rincón de la barra, con los cuadernos y libros
apilados al lado, eras invisible a los ojos de los demás. También llevaban
sus libros un grupo de estudiantes que hablaba acaloradamente tras sus
vinos en el otro extremo de ella. Venían cada tarde, al acabar sus clases.
Te sabías sus nombres y, a pesar de que en ocasiones hablaran muy
bajito, ellos siempre te saludaban y te revolvían los cabellos diciéndote
que estudiaras mucho, que en tus manos estaba la construcción de la
otra España. Imaginabas que conspiraban, aunque de eso no entendías
mucho. “¿Y qué haremos con esta cuándo construyamos la otra?”
pensabas mientras mordías la punta del lápiz y apretabas bien la lengua
contra los dientes para que te salieran las letras perfectas, como le
gustaba al hermano Francisco, el maestro de lenguaje. De Españas
apenas entendías. A veces, y aunque llevaras mucho cuidado, el
hermano se enfadaba contigo porque la plana de la tarea se había
humedecido un poco y las palabras aparecían borrosas. Tú no le
explicabas donde la habías hecho, ya te guardarías muy mucho. Como te
guardabas de comentar lo que escuchabas al vuelo. Seguías en eso las
sensatas directrices de tu madre: “ver, oír y callar, porque a ti nadie te
ha dado vela en este entierro”. Otros días el negocio no estaba tan
animado; en esas ocasiones, tu madre acababa pronto la faena y volvíais
antes a casa. Por el camino le contabas qué habías aprendido en el cole
y le hablabas de tus cosas, de tu pequeño mundo, ese que cada día
ampliaba su horizonte desde la atalaya donde gustabas de encaramarte.
Malén Carrillo, “Maga” (Sóller, Mallorca)
http://enredadaenlaspalabras.blogspot.com.es
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