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Por ser tan orgullosa, de ninguna manera dejaba sus obligaciones a pesar de los retos de su marido, consideraba que no era nada más que cansancio. Rodrigo debió partir a su recorrida como tantas veces, Ella lo despidió desde la galería. Se quedó mirando hasta que él y su caballo se perdieron tras la lejana arboleda. Para no sentirse triste se puso a trabajar de inmediato; Así, pasó la mañana. Pero después de almorzar comenzó a sentirse mal, sintió palpitaciones y un dolor agudo en su vientre. Se recostó como siempre, esperando que pasara, pero eso no ocurrió. Asustada y nerviosa decidió salir a buscar ayuda. Caminó por el bosque varias horas, el dolor cada vez era más fuerte, se sentía ahogada; pero aún así no claudicó. Ya era noche cuando tras vadear el río, vio la casa de sus vecinos, las fuerzas la abandonaban, las contracciones eran cada vez más intensas, ya casi no podía caminar. Comenzó a gritar pidiendo ayuda, por suerte desde la casa la escucharon gracias al silencio de la noche. El matrimonio y su hijo salieron presurosos linterna en mano hacia donde se encontraba. Ya no caminaba, había roto bolsa y el líquido amniótico cubría sus piernas. Se había dejado caer junto a un árbol. Casi no podía respirar. Las contracciones eran constantes. Un fuerte dolor en el pecho le quitaba la respiración. Al llegar la encontraron sentada en el suelo tomándose el pecho, muy agitada, los ojos muy abiertos, y también asustada. La mujer se abocó de inmediato a ayudar a nacer a la criatura, el hombre trató de ayudar a Clara, que con cada contracción apretaba más fuerte el brazo del hombre. El bebé ya estaba en las manos de la mujer, y Clara ya sin fuerzas quedó quieta. Un llanto se dejo oír en la noche, anunciando una nueva vida. Clara no lo escuchó. Luis Alberto Molina (Rosario, Argentina) http://www.luismolin.blogspot.com.es/ 17