Inspiración
Se ofuscó en el vano intento de buscarle el sentido al
comportamiento de la gente, extrañado por su ilógica manera de actuar.
Quizás por miedo a amar veía como se ocultaban tras las paredes de su
misantropía. Tal era su frío que se refugiaban tras los haces lumínicos de
sus teléfonos móviles, absorbidos por su fulgor; dejándose mecer y
envolver por sus relajantes nanas.
Se paró y miró sus manos desnudas.
-¿Acaso soy yo el loco?- se preguntó.
¿Acaso era el loco y lo cuerdo era desconfiar de los demás? Tal vez
lo lógico era esconderse, romper sus grandes alas y dejar de soñar.
Mas no era esa una opción válida.
Le deslizó las llaves entre las rejas al corazón, cansado de
mantenerlo oculto entre las sombras. Aburrido del hirsuto tacto de la
sociedad.
-Sígueme -le dijo agradecido.
Pasos sin dueño ni destino; alejado de la malsana presión del
tiempo. Aprendió a descifrar el susurro eterno del viento que desvelaba
lo único verdaderamente importante: Vivir. Hacerlo sin equipajes que
con su peso nos lastren en éste nuestro único viaje de ida. Rendirse a la
aparente sencillez, en cuyo interior residen las cosas más importantes.
Aquellas que quedan grabadas a fuego en la memoria.
En su regreso advirtió con tristeza que nada había cambiado. En
todo caso a peor. Buscó refugio a tanto rencor, alejado de personas
convertidas en figuras que ansiaban ser iguales mientras vociferaban ser
únicos. Palabras tan artificiales como sus ilusiones.
Las bocas hablaban de amor pero los ojos desvelaban odio.
Cuando todos volvían a sus hogares, llenos de objetos vacíos, él
nadó a contracorriente en ese mar de murmullos hasta llegar a la tierra
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