Vaccea Anuario 2012 Sep. 2013 | Page 8

Esquema de las diferentes áreas definidas entre el paleocauce de La Vega y el cementerio de Las Ruedas. mos dos mil años el arroyo de La Vega vio modificada su trayectoria en este punto concreto en más de cuarenta metros. Hemos podido atestiguar, en definitiva, cómo la orilla izquierda del citado arroyo, en su zona de inundación y de transición al cauce, se utilizó en el siglo I a.C. como lugar de enterramiento ocasional, a juzgar por la escasa densidad de tumbas atestiguadas en este espacio con respecto del superior y más occidental constituido por gravas y arenas. Especialmente interesante ha sido la documentación de una escollera construida a base de grandes estelas funerarias. Hemos conseguido algunos indicios cronológicos que nos permiten sugerir el momento en que se elaboró esta protección para el cementerio contra las avenidas del arroyo. Sabemos que las estelas utilizadas en dicha escollera se dispusieron echadas y en paralelo al cauce en un momento indeterminado del siglo I d.C.; estas lanchas calizas no hubieron de ser arrancadas, simplemente fueron desplazadas desde la orilla de inundación donde ya se encontrarían caídas como consecuencia de la destrucción intencional de este sector aristocrático del cementerio, (véase campaña XXI-2010 en ANUARIO VACCEA 2010). La presencia de tégulas romanas entre dichas piedras o de una 8 6 estela perfectamente tallada con posible campo epigráfico no conservado, nos invitan a pensar en un momento de erección de la obra como el sugerido. Pero hay otro dato muy interesante que es la propia destrucción de parte de la escollera al practicar el gran hoyo de la tumba 259, un conjunto con cerámicas “de tradición indígena” y otras netamente romanas que cabría situar a finales del siglo I d.C., convirtiéndose en una referencia necesariamente ante quem para la construcción de la susodicha escollera. En total se ha intervenido en seis sectores de excavación (G1a5, G1a6, G1a7, G1b5, G1b6 y G1b7), es decir, en una extensión de 96 metros cuadrados. Los sectores G1a4 y G1b4, contemplados en el planteamiento inicial de excavación, vinieron a coincidir por completo con el cauce del arroyo de La Vega, por lo que finalmente fueron vaciados por medios mecánicos para dejar constancia de la caja del arroyo hace dos mil años, tal y como comentaremos más adelante. Las tumbas 253 y 256 son las únicas que se localizaron en el límite occidental, en un contexto geológico de gravas y arenas. El resto de los enterramientos (254, 255, 257 a 260) lo hicieron en el llamado paleocauce, lo que impidió en la mayoría de los casos delimitar o tan siquiera distinguir los loculi o agujeros de las tumbas. Se documentaron además varios hoyos que no se corresponden con tumbas y que cabría poner en relación con ofrendas o rituales específicos vinculados a las aguas, desarrollados en este ámbito funerario de tan peculiar topografía. El nivel de conservación de los enterramientos puede calificarse de bueno en la mayoría de los casos; solo las tumbas 254 y 257 mostraban signos de alteración importantes. Como ya estamos habituados a ver en estos momentos tardíos del siglo I a.C., los restos óseos humanos cremados apenas alcanzan presencia en las urnas cinerarias, de la misma manera que las tradicionales cerámicas urdidas o hechas a mano escasean en el conjunto de cerámicas recuperadas en todas estas tumbas (apenas media docena del centenar obtenido). Aunque hablamos de ocho tumbas, en realidad han sido once los enterramientos detectados, ya que la número 256 resultó ser doble y la 255 triple (dos y tres urnas cinerarias, res- Inicios de los trabajos de excavación durant HH?[\p?XHH ? L?[?[0?[Z]H^?[[?HH\??^?HH?]?\?H\?[?\?H\?[\??p?Y\?]X?Y\???