Vaccea Anuario 2012 Sep. 2013 | Page 77

Pascual Repiso - CEVFW. el cerebro para que la ingesta sea total. Únicamente se reserva un pequeño fragmento de la calota craneal para propiciar una reencarnación favorable. Los buitres son animales sagrados para los tibetanos y, en consecuencia, los úni- cos invitados al festín. No caben otras aves. Se estima favorable una rápida consumición y calamitosa la deglución incompleta, ya que ello implica una reencarnación negativa, analogía ésta que comparten con los parsis. Durante algún tiempo se seguirán celebrando distintas ceremonias y convites pues, según sus creencias, la muerte plena no se produce hasta pasados cincuenta días. Otro caso que destaca en la actualidad es el de los parsis, una de las numerosas etnias iraníes que conserva la vieja tradición procedente de Asia Central. El zoroastrismo iraní se impone como religión oficial del estado, a partir del siglo III d.C, con el establecimiento de la dinastía sasánida (Artajerjes II, 226 d.C). Con esta religión, la exposición se convierte en el ritual por excelencia, aunque ya se practicaba con anterioridad (fue introducida por los persas en el siglo III a.C) quedando relegadas la cremación y la inhumación. Con la aparición del islamismo (siglo VII d.C) los sasánidas pierden poder y se refugian en Asia Central y, con ellos, la práctica expositoria, regresando así a su lugar de origen, quince siglos después. El totalitarismo islamista, empuja a algunas comunidades parsis a emigrar a la India, llevando con ellas sus conductas culturales, quedando una minoría en Irán. A pesar de que el rito original ha evolucionado, mantiene un fuerte vínculo con su pasado atávico. Para el zoroastrismo, la muerte implica la destrucción de carne sacra, considerada así porque participa de Dios. Por ello conviene librarse cuanto antes del cadáver. Con estas ceremonias fúnebres se evita el contagio, gracias a la ingesta animal; al tiempo se facilita la ascensión, la salvación. Se consideraba de buen augurio que el muerto fuese engullido con rapidez y mala señal si era obviado por los carroñeros. Antiguamente, el expositorio o dhakma se situaba en lugares de difícil acceso, (elevaciones naturales), para evitar el contagio con los cadáveres. En su defecto, se construirán alturas artificiales en piedra denominadas “torres de silencio” —de planta redonda y altos muros, se disponen en tres círculos concéntricos para hombres, mujeres y niños—. Únicamente los enterradores, portando al difunto, pueden acceder a estas portentosas estructuras, donde el cuerpo sin vida y sin ropajes, reposará como sustento de buitres. Se estima que la contaminación mortuoria desaparece al cabo de un año, una vez que el esqueleto queda totalmente limpio. Por último, antiguamente se recogían los huesos y se preservaban en un osario —en los cementerios uzbecos de Kuyuk-kala y Tok-kala (Uzbequistán) se aprecia el uso reiterado de la escultura 6 77