Vaccea Anuario 2012 Sep. 2013 | Page 32

acceas 04 Producciones V E l comienzo de la Edad del Hierro en la Península Ibérica, en torno al siglo VIII a.C., implica la aparición de una serie de importantes novedades, entre las que destaca la que da nombre a esta etapa de la Prehistoria: el trabajo del hierro. El empleo de esta metalurgia conlleva importantes transformaciones sociales y económicas, debido a que estamos ante uno de los metales más abundantes en la naturaleza, formando parte de numerosos minerales, y a que se trata de un material más duro y resistente que el bronce. Pero alcanzar el dominio de esta técnica no es una tarea fácil pues exige el manejo de una tecnología muy distinta a la aplicada hasta este momento, basada en la fundición del metal y en su posterior vertido en crisoles. La razón de esta dificultad estriba en que el pun- 32 6 to de fusión del hierro es de 1535 oC, una temperatura imposible de alcanzar en Europa hasta el siglo XIV de la Era, de manera que los minerales ferruginosos deben transformarse en bajos hornos para obtener una masa esponjosa de hierro mezclado con escorias, que posteriormente se manipula en caliente. Las impurezas son separadas mediante un complicado trabajo mecánico de forja, en el que se combina el martilleo insistente hasta lograr un metal más o menos homogéneo y de la forma deseada con un tratamiento térmico. Este proceso de variación de la temperatura permite mejorar las propiedades físicas y mecánicas, bien sea a través del recocido (el metal se calienta y después se deja enfriar lentamente, obteniendo una estructura más equilibrada), del templado (el metal se enfría bruscamente en agua, logrando un metal duro aunque quebradizo) o del revenido (el metal es templado, después se vuelve a calentar y por último se enfría lentamente, lo que permite disminuir su fragilidad). No obstante, el hierro así obtenido es un hierro dulce, fácilmente quebradizo. Para conseguir una mayor dureza y flexibilidad es necesario alear el metal con carbono y obtener así el acero, dentro de un proceso de reiterado contacto con el carbón vegetal en el fogón y enfriamientos sucesivos. El conocimiento y la destreza necesarios para la producción del hierro en la Península se deben a su progresiva difusión desde los asentamientos coloniales fenicios, situados en la costa mediterránea y andaluza. Como resultado de ello, en la Meseta documentamos