acceas
04 Producciones V
E
l comienzo de la Edad del
Hierro en la Península Ibérica, en torno al siglo VIII
a.C., implica la aparición de una serie de
importantes novedades, entre las que
destaca la que da nombre a esta etapa
de la Prehistoria: el trabajo del hierro. El
empleo de esta metalurgia conlleva importantes transformaciones sociales y
económicas, debido a que estamos ante
uno de los metales más abundantes en
la naturaleza, formando parte de numerosos minerales, y a que se trata de
un material más duro y resistente que
el bronce. Pero alcanzar el dominio de
esta técnica no es una tarea fácil pues
exige el manejo de una tecnología muy
distinta a la aplicada hasta este momento, basada en la fundición del metal y en
su posterior vertido en crisoles. La razón
de esta dificultad estriba en que el pun-
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to de fusión del hierro es de 1535 oC,
una temperatura imposible de alcanzar
en Europa hasta el siglo XIV de la Era, de
manera que los minerales ferruginosos
deben transformarse en bajos hornos
para obtener una masa esponjosa
de hierro mezclado con escorias,
que posteriormente se manipula en
caliente. Las impurezas son separadas
mediante un complicado trabajo
mecánico de forja, en el que se combina
el martilleo insistente hasta lograr un
metal más o menos homogéneo y de
la forma deseada con un tratamiento
térmico. Este proceso de variación de
la temperatura permite mejorar las
propiedades físicas y mecánicas, bien
sea a través del recocido (el metal
se calienta y después se deja enfriar
lentamente, obteniendo una estructura
más equilibrada), del templado (el
metal se enfría
bruscamente en
agua, logrando un metal duro aunque
quebradizo) o del revenido (el metal es
templado, después se vuelve a calentar
y por último se enfría lentamente, lo
que permite disminuir su fragilidad).
No obstante, el hierro así obtenido es
un hierro dulce, fácilmente quebradizo.
Para conseguir una mayor dureza y
flexibilidad es necesario alear el metal
con carbono y obtener así el acero,
dentro de un proceso de reiterado
contacto con el carbón vegetal en el
fogón y enfriamientos sucesivos.
El conocimiento y la destreza necesarios para la producción del hierro
en la Península se deben a su progresiva
difusión desde los asentamientos coloniales fenicios, situados en la costa mediterránea y andaluza. Como resultado
de ello, en la Meseta documentamos