Vaccea Anuario 2012 Sep. 2013 | Page 11

Hoyo de la tumba 259 que rompió la escollera. desordenada de varios bloques calizos de tamaño considerable. Acondicionado ya el sepulcro, unas cuidosas manos acomodaron el ajuar y las ofrendas en dos niveles. El inferior lo organizó formando dos líneas paralelas, muy próximas a la estela y sin rebasar su anchura. La más cercana a la roca presentaba una sucesión de cuatro cerámicas —vaso, cuenco, jarra y olla—, mientras que en la segunda se situaba un cuchillo de carnicero y un espetón entre un cuenco y una copa, sin abandonar en ningún momento la disposición lineal. Después todo esto se tapó hasta el borde superior de la jarra, momento en el que colocaron el tercer cuenco, único objeto del segundo nivel, y se reanudó la cubrición con la fina tierra extraída previamente, alcanzando la base del paleocauce. En esta cota se situó una laja con aparente función protectora, sobre la que se completó el relleno con el vertido del resto del material, en el que ya hay presencia de piedras calizas y cantos rodados. El loculus albergó un repertorio cerámico constituido por producciones exclusivamente torneadas, de tamaño mediano y pequeño, que como signo de modernidad muestran el abandono de las tradicionales bases umbilicadas en favor de las planas o ligeramente realzadas. El estado de conservación era muy bueno, a excepción de una olla tosca muy fragmentada. Continuando en dirección norte, se ubicaba una jarra de pico con asa vertical y cuerpo lenticular en el que se había pintado un friso metopado que incluía dos llamativas aves de larga cola, penacho en la cabeza, una especie de crin y patas flexionadas, cuya pigmentación en negro resaltaba sobre una arcilla de tonalidad blanquecina. A continuación nos encontramos con un cuenco de pasta fina anaranjada de perfil hemisférico, con un friso pintado en negro a base de motivos de líneas verticales, reticulados y de arcos, sin olvidar dos resaltes equidistantes a modo de asas, de donde partían otros tantos apéndices en forma de tenedor y los trazos sobre el labio. En cuarto lugar apareció un vaso tosco, de color gris y perfil bitroncocónico. Situado ya en la segunda hilera, se descubrió una copa troncocónica de pequeño tamaño, con pie anular, carena moldurada y borde vertical liso, de pasta gris oscura, en la que se marcó un graffiti ante coctionen, es decir, realizado cuando la arcilla aún se encontraba algo tierna, antes de que la pieza se introdujese en el horno de cocción, consistente en un motivo aspado. De forma consecutiva se localizó un cuchillo con una hoja de 10 cm, más otros 5 cm de mango, y un espetón de 20,5 cm, ambos de hierro, así como otros dos fragmentos del mismo material, sin identificar. Ya en el extremo, hallamos un pequeño cuenco de pasta fina anaranjada y perfil hemisférico carenado que presentaba decoración pintada de triángulos reticulados. Por último, en el segundo nivel, un tercer cuenco de pasta fina anaranjada, de perfil hemisférico, con decoración pintada de triángulos formados por líneas oblicuas paralelas en el cuerpo y trazos rectos en el labio. La valoración funcional de los elementos que integraban el ajuar nos permite sugerir una lectura del conjunto, a pesar de no contar con los resultados de los análisis de los residuos. La vinculación de la jarra y de la copa al consumo de vino, de los cuencos a los productos lácteos, frutos secos (cereales) o carnosos (moras), así como la del cuchillo de carnicería y del espetón a la preparación de alimentos, nos remiten a la celebración del ritual del banquete funerario, con un evidente carácter viático, en el que se hizo partícipe al finado con el ofrecimiento de alimentos y bebidas. Un difunto del que no tenemos constancia física ante la ausencia de restos óseos cremados, comportamiento ya documentado en trabajos previos para este cementerio en las cronologías más recientes y que nos llevarían a hablar sensu stricto de cenotafios o tumbas conmemorativas. Pero aun siendo de gran interés lo explicado hasta el momento, lo que suscitó nuestra atención fue la posibilidad de datar esta tumba y, en consecuencia, establecer una fecha antes de la cual hubo de construirse la escollera. Tal objetivo ha sido posible gracias a que algunas de las piezas vasculares, concretamente la jarra y la copa, nos proporcionan datos muy precisos para determinar la cronología del depósito. La jarra, de pasta blanquecina y decorada con motivos animalísticos, se adscribe sin ningún género de dudas a la influencia de las producciones de tipo Clunia, que se convirtieron en punto de referencia de la cerámica pintada de época romana y tradición indígena en la Meseta Norte. La producción de las nuevas variedades en los talleres de dicha ciudad comenzó a principios de la segunda mitad del siglo I d.C., para hacer frente a la entrada masiva de los Detalle de los ajuares y ofrendas de la tumba 259. 6 11