Vaccea Anuario 2012 Sep. 2013 | Page 10

Restauración del paisaje funerario de Las Ruedas, con la estelas enhiestas en su lugar de origen, la escollera reconstruida y el paleocauce marcado con carrizos. La tumba 259 Particular atención merece el conjunto 259, por cuanto el lugar elegido para el sepelio se encontraba en un dique destinado a la contención de las avenidas provocadas por el desbordamiento del arroyo de La Vega, que asimismo marcaba el límite oriental de la necrópolis. El análisis del perfil de la cata en la que se localizó el conjunto funerario nos proporcionó las claves para averiguar el proceso de elaboración y la estructura del enterramiento. En él se apreciaba cómo, con la finalidad de alcanzar la profundidad y las dimensiones deseadas, cavaron y vaciaron una gran zanja perpendicular al curso de las aguas, trazando un plano abrupto de 1,70 m de longitud —que se encontraba en el lado del arroyo— y otro de 3,80 m, con una pendiente mucho más suave, lo que nos indicaba que el trabajo se realizó desde la zona de la escollera hacia el interior de la necrópolis. A continuación, una vez alcanzada lo que podría considerarse como la base del espigón, y tomando como referencia la confluencia de los dos planos descritos —aproximadamente a 1,40 m de la superficie actual—, comenzaron a dar forma al hoyo propiamente dicho, que 10 6 se presenta como una cavidad de 1,30 m de anchura y 0,70 m de fondo. El movimiento de tierras para preparar la sepultura afectó a una extensión longitudinal cercana a los 5,5 m, alcanzado por el oeste el límite de la tumba 260, de cronología más antigua, que no llegó a verse afectada; algo que no podemos asegurar para un depósito cerámico muy fragmentado descubierto en el parte superior del dique, a escasos cuarenta centímetros en línea recta del que nos ocupa. La escollera, que dibujaba una línea paralela al cauce —formada por la aproximación de lajas de roca caliza de distintos tamaños, generalmente tendidas sobre la superficie de mayor amplitud—, sufrió el desmantelamiento de sus materiales a consecuencia del hoyo de enterramiento. Una alteración que se mantuvo con el relleno posterior de la fosa pues, a pesar de que ello supuso la restauración del espolón, en este segundo momento la organización del terreno y la distribución de los elementos líticos se hizo a partir de una estela de perfil sinuoso, encargada de señalar la ubicación del enterramiento y de la protección de su contenido. Esta gran laja, que superaba el metro de altura, se asentó sobre un estrato de gravillas, de forma vertical y paralela al arroyo, lo que favorecería la retención de las aguas ante posibles inundaciones; aunque para conseguirlo se vieron obligados a acuñar su base irregular mediante trozos de caliza y algún canto rodado, lo que provocó a su vez una preocupante inclinación en dirección contraria, es decir, hacia el cauce, que fue contrarrestada con la acumulación Perspectiva de la tumba 259 en relación a la escollera que afectó.