Restauración del paisaje funerario de Las Ruedas, con la estelas enhiestas en su lugar de origen, la escollera reconstruida y el paleocauce marcado con carrizos.
La tumba 259
Particular atención merece el
conjunto 259, por cuanto el lugar elegido para el sepelio se encontraba en un
dique destinado a la contención de las
avenidas provocadas por el desbordamiento del arroyo de La Vega, que asimismo marcaba el límite oriental de la
necrópolis.
El análisis del perfil de la cata
en la que se localizó el conjunto funerario nos proporcionó las claves para
averiguar el proceso de elaboración y
la estructura del enterramiento. En él
se apreciaba cómo, con la finalidad de
alcanzar la profundidad y las dimensiones deseadas, cavaron y vaciaron una
gran zanja perpendicular al curso de
las aguas, trazando un plano abrupto
de 1,70 m de longitud —que se encontraba en el lado del arroyo— y otro de
3,80 m, con una pendiente mucho más
suave, lo que nos indicaba que el trabajo se realizó desde la zona de la escollera hacia el interior de la necrópolis. A
continuación, una vez alcanzada lo que
podría considerarse como la base del
espigón, y tomando como referencia
la confluencia de los dos planos descritos —aproximadamente a 1,40 m de la
superficie actual—, comenzaron a dar
forma al hoyo propiamente dicho, que
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se presenta como una cavidad de 1,30
m de anchura y 0,70 m de fondo.
El movimiento de tierras para
preparar la sepultura afectó a una extensión longitudinal cercana a los 5,5
m, alcanzado por el oeste el límite de la
tumba 260, de cronología más antigua,
que no llegó a verse afectada; algo que
no podemos asegurar para un depósito
cerámico muy fragmentado descubierto en el parte superior del dique, a escasos cuarenta centímetros en línea recta
del que nos ocupa.
La escollera, que dibujaba una
línea paralela al cauce —formada por
la aproximación de lajas de roca caliza
de distintos tamaños, generalmente
tendidas sobre la superficie de mayor
amplitud—, sufrió el desmantelamiento de sus materiales a consecuencia del
hoyo de enterramiento. Una alteración
que se mantuvo con el relleno posterior de la fosa pues, a pesar de que ello
supuso la restauración del espolón, en
este segundo momento la organización
del terreno y la distribución de los elementos líticos se hizo a partir de una
estela de perfil sinuoso, encargada de
señalar la ubicación del enterramiento y de la protección de su contenido.
Esta gran laja, que superaba el metro
de altura, se asentó sobre un estrato de
gravillas, de forma vertical y paralela al
arroyo, lo que favorecería la retención
de las aguas ante posibles inundaciones; aunque para conseguirlo se vieron
obligados a acuñar su base irregular
mediante trozos de caliza y algún canto rodado, lo que provocó a su vez una
preocupante inclinación en dirección
contraria, es decir, hacia el cauce, que
fue contrarrestada con la acumulación
Perspectiva de la tumba 259 en relación a la escollera que afectó.