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Carlos Alberto Sanchez Publicado en Cuaderno de Antologías literarias Almandino N° 01. (Pp. 24) COLOR NATURAL Le pinto a la soledad como mi abuela a sus ganados, si he de mencionarla siempre sonará a cobijo en el manto, envuelto en el humo, ¿Dónde estás abuela? escondida en el hondo de la cocina, peleando con la leña húmeda, 4 El tiempo de repente se tropieza con tus gestos, esta prendida en tu piel, tal como sucede con la bicharra que se enciende en el soplo continúo, que tus alas alimentan al sendero. Mi voz no te descuida cuando llama el viento, el reír cabe en la agonía de la tarde, en la inocencia discreta que los fantasmas dan pie a lo incierto. El polvo se eleva en la llanura, quieren caer en tus ojos, como la ceniza que se graba en su memoria el fuego, y reaparece en la mirada infinita de la madrugada. Es como ese charco que comprime cualquier reflejo, se contagia del ser con toda su existencia, nada combate la múltiple expresión que soporta la continuidad, o es que somos espejos tantos del que no soporta la soledad. Elevas ese canto de las golondrinas, caminas en la espesa noche, solo te ha visto ella, tan puntual como otras veces, tan ingenua como dejarse leer en el mínimo transcurrir, de la casa y la chacra grande, ni un pelo de miedo le aturde, sigue caminando cual aro desde la montaña. Arroyo de las aguas dulces que escuchaste el campaneo de las llamas en su danza, quiéreme decir por donde ha caminado la oscuridad, si el feroz animal ha lanzado el golpe permitido, si el molino donde juegas ha conspirado la valentía en el desequilibrado devenir. Lanza la furia de las montañas que te enviaron a lidiar cara a cara con el demonio, forja la piedra que deambula serena en el camino de vuelta, paséala en la boca de tu honda, descubre si el dolor existe en aquel agujero que se asoma, o simplemente es una costumbre que nos queda, para no poder volver a surcar la dimensión del que uno no ha dejado de ser.