HACE FALTA LA GUERRA
No es el tiempo que descansa en sus
laureles,
tampoco es un reloj sonámbulo
donde sus pesadillas pusieron en apuros
las mañanas y las tardes.
Pregunté a las calles por sus años,
pero ellas no tenían partida de
nacimiento,
no sé cuándo habrán partido si las
estaciones aún continúan.
Dónde estarán los niños que no quieren
entrar a los salones,
ya no los encuentro admirando el cielo,
las esquinas dejaron de esconderle,
ya no están en los recreos, desaparecieron,
tal vez encontraron una fórmula para
desaparecer en su delirio.
En estas tierras extrañamos morir,
los cementerios caen en déficit,
el panteonero ha dejado de tomar sus
pastillas,
por fin tenemos a alguien que enterrar.
Debo entender las miradas pasajeras,
que se olvidan arañando el reflejo de sus
rostros,
no tenían la sangre en la cara,
ni heridas que le recordaran su dolor.
Nunca se acercó a la muerte,
ni éste dio cuenta de su presencia,
caminó un poco más en sus años,
tropezó con su sombra,
vio por primera vez la sangre.
La paz abunda, los cuentos tuvieron un
final feliz,
tragaron las uvas pidiendo más felicidad,
son muy felices que ya no necesitan de
esta vida.
¡Hace falta la guerra para que sus ojos se
detengan en cada escena heroica!
¡Hace falta la guerra y la sangre
transcurrir!
¡Hace falta la guerra para que la soledad
invada las venas!
¡Hace falta la guerra para ver si sobrevivo!
¡Hace falta la guerra de un mano a mano!
¡Hace falta la guerra para que estos versos
desaparezcan!
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