Tuneles Roderick Gordon 2 Profundidades | Page 10

1 Las puertas del autobús se abrieron con un chirrido, depositaron a la mujer en la parada, y se cerraron con un chasquido metálico. Como si no le importara en absoluto el viento ni la fuerte lluvia que la azotaban, la mujer se quedó allí quieta, observando cómo volvía a arrancar el vehículo haciendo rechinar las marchas en el difícil descenso de la colina. Y sólo cuando el autobús hubo desaparecido tras los setos, se volvió para contemplar las pendientes cuajadas de hierba que se extendían a ambos lados de la carretera. Bajo el chaparrón, ambas pendientes se desleían en el gris del cielo, de manera que resultaba difícil decir dónde comenzaba una y dónde terminaba la otra. Apretándose con fuerza el cuello de la gabardina, salió de allí, sorteando los charcos que había en el deteriorado asfalto del arcén que bordeaba la carretera. Aunque el lugar estaba desierto, vigilaba atentamente la carretera por delante de ella, y de vez en cuando volvía la vista atrás. No había en esa actitud nada especialmente sospechoso: en un lugar como aquél, tan aislado, lo más probable es que cualquier chica hubiera tomado las mismas precauciones. Su aspecto no ofrecía muchas pistas sobre su identidad. El viento agitaba sin cesar el pelo castaño sobre su rostro de anchas mandíbulas, oscureciendo sus rasgos con un velo en perpetuo movimiento, y su ropa no llamaba la atención. Si alguien hubiera pasado por allí, la hubiera tomado por una vecina de la zona que volvía a casa, con su familia. Pero la verdad no podía ser más diferente. Se trataba de Sarah Jerome, una colona fugada que huía de la muerte. Al llegar un poco más allá, se volvió de repente hacia el borde y se internó por una abertura del seto. Se metió en un pequeño hoyo al otro lado y, agazapada, se dio la vuelta para examinar la vista que tenía de la carretera. Allí permaneció unos cinco minutos, escuchando y observando ojo avizor, como un animal cuya vida peligra. Pero no vio otra cosa que el azote del agua y el rugido del viento: estaba completamente sola.