Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—Déjame que compruebe una cosa —dijo Will volviendo a subir a la escalera—.
Parece que hay una punta suelta en ese soporte. —Tiró de él, lo sacó, y lo dejó caer al
suelo de hormigón, a los pies de Chester—. Utilizamos tornillos para fijar la
estantería a la pared, no clavos —le explicó a Chester, mirándolo desconcertado.
Will bajó de la escalera de un salto, y volvieron a tirar los dos juntos del módulo.
Esta vez, chirriando, se abrió de un lado, revelando que por el otro estaba sujeto con
bisagras.
—¡Mira para qué servía el cable! —exclamó Will, mientras ambos contemplaban el
tosco agujero abierto en la parte inferior de la pared. Habían extraído los ladrillos
para abrir un agujero de aproximadamente un metro cuadrado. Dentro podía
distinguirse un pasadizo iluminado por una variopinta combinación de viejos tubos
fluorescentes que brillaban a lo largo de él.
—¡Vaya! —exclamó Chester, boquiabierto, sin poder disimular su sorpresa—. ¡Un
pasadizo secreto!
—Vamos a comprobarlo. —Antes de que Chester tuviera tiempo de decir nada, se
metió por el pasadizo y siguió a gatas, avanzando muy aprisa—. Aquí hay una curva
—dijo. Su voz llegó amortiguada hasta donde estaba Chester.
Bajo la mirada de éste, Will dobló la esquina y después, muy despacio, regresó al
punto en que Chester podía verlo. Se sentó y volvió la cabeza hacia su amigo, con el
desconsuelo reflejado en su rostro, a la luz de los tubos.
—¿Qué pasa?
—El túnel está taponado. Ha habido un derrumbe —explicó Will.
Lentamente, regresó a gatas y después salió por el agujero de la pared. Se
enderezó y se quitó la chaqueta del uniforme que llevaba puesto, dejándola caer a su
lado. Sólo entonces notó la expresión de tristeza de su amigo.
—¿Qué pasa?
—El derrumbe... No pensarás que tu padre está debajo, ¿no? —preguntó Chester
en un susurro, sin poder reprimir un estremecimiento al imaginarse aquella horrible
posibilidad—. Podría haber sido... aplastado —añadió en tono inquietante.
Will apartó la mirada y meditó un instante.
—En fin, sólo hay un medio de averiguarlo.
—¿No deberíamos decírselo a alguien? —dijo Chester tartamudeando, pues estaba
desconcertado ante la aparente frialdad de su amigo.
Pero Will no escuchaba. Tenía los ojos entornados, con una mirada de
preocupación que significaba que su mente se encontraba lejos de allí, ideando un
plan de acción.
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