Roderick Gordon- Brian Williams Túneles
13
—¿ Will? ¿ Eres tú?— preguntó Chester, protegiéndose los ojos del sol mientras su amigo salía de la puerta de la cocina al frondoso jardín trasero de la familia Rawls. Había pasado aquella mañana de domingo matando moscas y avispas con una vieja raqueta de bádminton, insectos que con el calor del mediodía se atontaban y se volvían blancos fáciles. Tenía un aspecto cómico con sus chancletas y su gorra, el short que acentuaba su desmedido tamaño, y los hombros enrojecidos por el sol.
Will llevaba las manos metidas en los bolsillos traseros de los vaqueros, y parecía preocupado.
— Necesito que alguien me eche una mano— dijo, mirando hacia atrás para asegurarse de que los padres de Chester no podían oírle.
— Hombre, ¿ de qué se trata?— preguntó su amigo sacudiendo los restos de una mosca grande de las desgastadas cuerdas de la raqueta.
— Quiero echar un vistazo por el museo esta noche— explicó Will—. Examinar las cosas de mi padre.— Chester dejó de prestar atención a todo lo demás—. Quiero ver si encuentro alguna pista... en su despacho— prosiguió.
—¿ Quieres forzar la entrada?— preguntó Chester en voz baja—. Yo no... Will le interrumpió:
— Tengo las llaves.— Sacando la mano del bolsillo, se las enseñó a su amigo—. Sólo pretendo echar un vistazo rápido y necesito a alguien que me guarde las espaldas.
Se había preparado para ir solo pero, al pensarlo mejor, le pareció natural pedir ayuda a su amigo. Era el único a quien podía recurrir, dado que su padre ya no estaba. Juntos habían trabajado muy bien en el túnel de los Cuarenta Hoyos, como un verdadero equipo; y, además, Chester parecía sinceramente preocupado por la suerte que hubiera podido correr su padre.
Dejando la raqueta a un lado, el muchacho meditó un instante, mirando la casa y volviendo a mirar a Will.
— De acuerdo— dijo—, pero preferiría que no nos pillaran.
74