Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—¿Excavación? —preguntó, y Will asintió con la cabeza—. Creo que deberíamos
echar un vistazo afuera —anunció el policía, entrecerrando los ojos para penetrarlo
con la mirada y adoptando de repente una actitud severa.
En el jardín, Will lo observó rastrear sistemáticamente los arriates. Después estuvo
observando el césped, agachándose cada poco para examinar los trozos sin hierba en
que el gato del vecino solía hacer sus necesidades, echando a perder el césped.
Empleó un rato en observar el terreno comunal por encima de la destartalada valla.
Después volvió a entrar en la casa. Will lo siguió y tan pronto como estuvieron
dentro, el policía le puso la mano en el hombro.
—Dime, chaval, ¿habéis estado cavando por ahí últimamente? —le preguntó en
voz baja, pensando que tal vez hubiera algún oscuro secreto que Will estuviera
ansioso de compartir con él.
El chico se limitó a negar con la cabeza, y pasaron al recibidor, donde los ojos del
policía encontraron la brillante pala metida en el paragüero. Al darse cuenta, Will
intentó ponerse delante para taparla.
—¿Estás completamente seguro de que tú u otros miembros de tu familia no
habéis estado cavando en el jardín? —volvió a preguntarle el policía, mirándolo con
recelo.
—No, yo no, desde hace años —contestó Will—. Cuando era niño, hice algunos
pozos en el terreno comunal, pero mi padre no me dejó seguir porque decía que se
podía caer alguien dentro.
—¿En el terreno comunal? ¿Agujeros grandes?
—Bastante grandes. Pero no encontré gran cosa allí.
El policía lo miró de manera extraña y escribió algo en el cuaderno.
—¿Gran cosa de qué? —preguntó frunciendo el ceño y sin lograr comprender.
—Botellas y cosas viejas.
En ese momento, la mujer policía salió de la sala de estar y se reunió con su
compañero junto a la puerta de la entrada.
—¿Todo bien? —le preguntó el hombre, volviendo a meterse el cuaderno en el
bolsillo. Le dirigió a Will una última y penetrante mirada.
—He tomado nota de todo —contestó la mujer antes de volverse a Will y su
hermana—. Mirad, estoy convencida de que no hay nada de que preocuparse. Pero
por rutina haremos unas indagaciones sobre vuestro padre. Si os enteráis de algo o
queréis hablar con nosotros de lo que sea, podéis localizarnos en este número. —Le
entregó a Rebecca una tarjeta—. En muchos casos como éste, la persona simplemente
vuelve, porque sólo necesitaba escapar, disponer de algún tiempo para meditar. —
Les dirigió una mirada de ánimo, y después añadió—: O tranquilizarse.
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