Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
—¡Uy, tiene que tener cuidado, doctor Burrows! —explicó la anciana—. Los pongo
para los pájaros. —Al volverse, el séquito de gatos se apresuró a entrar en la cocina
delante de ella—. ¿Con leche y azúcar?
—Sí, gracias —respondió él desde la puerta de la cocina, mientras ella cogía de la
estantería una tetera de porcelana—. Perdone que haya aparecido así, sin previo
aviso —dijo tratando de llenar el silencio—. Es usted muy amable.
—No, usted sí que es amable. Soy yo la que está agradecida.
—¿De verdad? —tartamudeó Burrows, tratando por todos los medios de
averiguar quién era la anciana.
—Sí, por esa carta tan amable. Yo ya no tengo tan buena vista como antes, pero me
la leyó el señor Embers.
De pronto todo encajó y el doctor Burrows suspiró aliviado, viendo disiparse las
nieblas de la confusión.
—¡La esfera de luz! Realmente, se trata de un objeto fascinante, señora Tantrumi.
—¿Ah, sí?
—El señor Embers le dijo probablemente que yo quería mandarla a examinar.
—Me parece bien —respondió ella—. Porque podría tratarse de un aparato de
espionaje.
—Quién sabe —corroboró el doctor Burrows, intentando no sonreír—. Señora
Tantrumi, el motivo por el que he venido... —Ella ladeaba la cabeza y removía el té,
mientras aguardaba impaciente que él continuara—. El motivo es que esperaba que
usted me pudiera mostrar el lugar en el que la encontró.
—No, señor, no fui yo... fueron los del gas. ¿Galletas de mantequilla o de crema?
—preguntó, ofreciéndole las galletas de una lata abollada.
—Eh... de mantequilla, si es tan amable. ¿Dice que la encontraron los del gas?
—Sí, en el sótano.
—¿Aquí abajo? —preguntó, observando una puerta que estaba abierta al final de
un breve tramo de escalera—. ¿Le importa si echo un vistazo? —preguntó
guardándose la galleta en el bolsillo mientras empezaba a sortear los escalones de
ladrillo mohoso.
En cuanto traspasó la puerta pudo ver que el sótano estaba dividido en dos
habitaciones. La primera estaba vacía, salvo por algunos platos que contenían
comida para gatos extremadamente renegrida y seca, y algunos restos de escombros
esparcidos por el suelo. Pasó a la segunda habitación, que estaba debajo de la
fachada de la casa. Era muy parecida a la primera, salvo que la luz era más tenue y
contenía algunos muebles. Sus ojos recorrieron la habitación y hallaron en un rincón
un piano vertical que parecía que se fuera a deshacer de lo podrido que estaba, y
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