Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
6
Al día siguiente, después de clase, Will y Chester reanudaron el trabajo en la
excavación. Con la carretilla llena de espuertas vacías, Will volvía de tirar la tierra y
avanzaba hacia el final del túnel, donde Chester arrancaba la capa de piedra.
—¿Qué tal va eso? —preguntó.
—Igual de difícil, no te quepa la menor duda —respondió Chester secándose el
sudor de la frente con la sucia manga de la camisa. Al hacerlo, se ensució la cara.
—Espera, déjame ver. Tú tómate un descanso.
—Vale.
Will encendió la lamparilla del casco para iluminar la roca. La punta del pico
dibujaba al azar los sutiles marrones y amarillos de los distintos estratos. Lanzó un
profundo suspiro.
—Creo que mejor paramos y pensamos qué vamos a hacer. ¡No sirve de nada
pegar cabezazos contra un muro de piedra! Vamos a beber algo.
—¡Buena idea! —agradeció Chester.
Se fueron a la sala, donde Will le pasó a su amigo una botella de agua.
—Me alegra mucho que quieras seguir cavando. Engancha, ¿a que sí? —le
preguntó a su compinche.
Chester, que miraba distraído el fondo de la sala, le miró a los ojos.
—Bueno, sí y no. Te dije que te ayudaría a perforar la roca, pero no estoy seguro.
Anoche me dolían mucho los brazos.
—Te acostumbrarás. Además, parece que hubieras nacido para cavar.
—¿Eso piensas? ¿De verdad? —preguntó sonriendo.
—No me cabe la menor duda. ¡Podrías llegar a ser casi tan bueno como yo, algún
día!
Chester le lanzó al brazo un puñetazo afectuoso. Se rieron, pero en cuanto dejaron
de reír, Will adoptó una expresión seria.
—¿Qué pasa? —preguntó Chester.
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