Roderick Gordon - Brian Williams
Túneles
34
Will fue impulsado hacia delante por un puñetazo que impactó de lleno en el
centro de su espalda. Se tambaleó unos pasos como borracho, chocó contra la
barandilla, y se dio la vuelta despacio para ver a su atacante.
—¿Speed? —preguntó, reconociendo la cara de pocos amigos del matón de la
clase.
—¿De dónde sales, Copito de Nieve? Creíamos que habías estirado la pata. La
gente decía que la habías espichado o algo parecido.
Will no respondió. Se encontraba aislado del mundo por efecto de la enfermedad,
como en el interior de una crisálida, y cuando miraba parecía que lo hacía a través de
las paredes de seda. Lo único que podía hacer era quedarse allí, temblando, mientras
Speed acercaba su cara de perro hasta colocarla a sólo unos centímetros de distancia
de la de él. Con el rabillo del ojo, observó a Bloggsy, que se acercaba a Cal, un poco
más abajo.
Se dirigían hacia la parada del metro, y lo último que quería tener Will en ese
momento era una pelea.
—¿Dónde está tu amigo el gordito? —canturreó Speed, empañando el frío aire con
su aliento—. No es lo mismo sin tu gorila, ¿eh, capullo?
—¡Eh, Speed, mira esto, es Mini Yo! —dijo Bloggsy posando la mirada en Cal y
Will alternativamente—. ¿Qué llevas en la bolsa, canijo?
Ante la insistencia de Will, Cal llevaba su ropa sucia de colonos en una de las
bolsas de excursión del doctor Burrows.
—¡Tiempo para la revancha! —gritó Speed, hundiéndole a Will el puño en el
estómago.
Con la respiración cortada, Will se hincó de rodillas y después cayó al suelo,
encogiéndose y llevándose las manos a la cabeza para protegerla.
—Esto es demasiado fácil —cacareó Speed, dándole patadas en la espalda.
Bloggsy lanzaba gritos ridículos y se agachaba imitando una postura de kung-fu
mientras apretaba dos dedos contra las gafas de Cal.
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