Trump, un gobierno sin pies ni cabeza suplemento DONALD TRUMP | Page 3
Suplemento especial Donald Trump
Siempre se habla del contenido de
sus discursos …
… pero ¿y la forma? La oratoria de Trump refleja una tendencia histórica a la
simplificación. La revista online 'Vocativ' analizó 600 discursos presidenciales para
examinar su complejidad usando el modelo de lectura Flesh Kinkaid en una escala de
4 a 21. Un discurso de nivel 4 es comprensible para un niño de 9 años; el nivel 21 es
técnicamente accesible para quienes tengan un doctorado.
Los primeros presidentes de Estados Unidos, George Washington y Thomas Jefferson,
siempre hablaban a un nivel de entre 16 y 20, como si fuesen catedráticos universitarios. Se
dirigían a la selecta clase de terratenientes ricos y educados, los únicos que podían votar.
Solo bajaban el listón (a un nivel 8 o 9) en los contados discursos que dieron a las tribus de
nativos americanos.
A medida que avanzaba la democracia y el derecho de voto, los discursos se fueron
simplificando para abarcar al creciente electorado. El presidente John F. Kennedy bajó
mucho el nivel; le gustaba usar palabras de raíz germánica con una o dos sílabas, más
breves y fáciles de entender. No es casualidad que su mandato coincidiese con el 'boom' de
la televisión. Desde los años setenta, casi ningún discurso presidencial ha estado fuera del
alcance de un estudiante de instituto. Los últimos presidentes, Barack Obama y George W.
Bush, utilizan un nivel de dificultad idéntico, entre 7 y 10.
Donald Trump maneja un nivel medio de 4,1, compresible para un niño de nueve años.
Menos de la mitad del nivel que vemos en el demócrata Bernie Sanders: un 10,1,
equivalente un estudiante de bachillerato. Hillary Clinton está a medio camino, en el 7,7,
según 'The Boston Globe'.
El comentarista y Youtuber Evan Puschak analizó la manera en que Trump responde a una
pregunta. Tomando como ejemplo una entrevista en ABC, notó que sus respuestas siempre
rondan el minuto exacto. Un ejemplo: 220 palabras, el 78% de una sílaba, emitidas “en
series rítmicas” que terminan siempre con un término impactante: “problema”, “daño”,
“muerte”, “morir”, “raíz”. Solo usa palabras de tres sílabas en cuatro ocasiones, tres de las
cuales es la misma: “tremendo”. Casi todas las frases son simples y afirmativas y
utiliza fórmulas personales como el imperativo, para dirigirse a la audiencia como si todo el
mundo, incluido el entrevistador, ya estuviese de acuerdo.
Más allá de su contenido, el discurso de Trump es de una plasticidad formidable, compacto
y limpio como un lata de Coca Cola, o un paquete de tabaco. Listo para consumo.
El resultado, también, de su experiencia. Donald Trump es famoso desde hace más de tres
décadas y parte de su carrera ha sido dedicada a construir su propia marca, que le ha
servido de trampolín. En él se combinan la labia del vendedor inmobiliario y el descaro de