con la “unión” ilusoria de Buenos Aires y las provincias. Del mismo modo, los
problemas económicos mundiales de la época que ocasionaban falta de materias
primas hundían a la economía argentina, que se vio salvada igualmente, por los
empréstitos ingleses. Así, estas dos potencias no se industrializaban y marginaban
a sus respectivos pueblos de la participación social para mantener el dominio del
poder inglés. Sin embargo, la dependencia económica creada sería pagada no
solo con altos precios o materias primas, sino con la guerra contra una amenaza
a su tan preciado status quo: el Paraguay.
Entretanto, el Paraguay se encontraba en una época de prosperidad, de de-
sarrollo económico y social, fomentando un cooperativismo socializado y forta-
leciendo la identidad paraguaya. A diferencia de sus vecinos, contaba con cero
deudas, no contaba con una clase dominante, tenía superproducción y recibía
ayuda extranjera por medio de técnicos extranjeros contratados por el Estado,
evitando así la dominación económica. Esas condiciones fueron heredadas de
Carlos Antonio López, quien se enfocó en la situación nacional y mantuvo la polí-
tica de no-intervención. Esta decisión, sin embargo, permitió que algunos asuntos
clave se volvieran urgentes en manos de Solano.
Al visualizar las complicaciones en el escenario del Plata, Solano enfatiza la
importancia de mantener “el equilibrio del Río de la Plata”, buscando solucionar
la cuestión de los límites y mantener el equilibrio de fuerzas entre el Brasil y la
Argentina. Si estos dos se alineaban, o se alteraba la paz en uno de los cuatro
países dependientes del Río de la Plata, la independencia paraguaya estaría en
peligro; y con esto no se equivocó.
Ya en 1863, cuando el general oriental Venancio Flores inicia la guerra civil
uruguaya contra Berro y los blancos, este equilibrio se ve puesto en peligro. La
cárcel o expulsión del territorio uruguayo de agitadores y salteadores provenien-
tes del Brasil, provoca la indignación de Pedro II, quien exige severas sanciones
por los malos tratos recibidos por sus “súbditos” e incluso da un ultimátum sobre
sus exigencias, que el Uruguay se niega a cumplir. Al mismo tiempo, el gobierno
argentino apoya la causa brasileña y se compromete a arreglar las cuestiones en
Uruguay en conjunto. Conscientes del desequilibrio que esto causaría dentro del
Plata, la intervención brasileña es tomada por muchos historiadores y políticos de
la guerra como un pretexto para incitar al Paraguay a la guerra, ya que en teoría,
desde el 1862 ya se hablaba en el parlamento brasileño de la necesidad de una
guerra al Paraguay (Doratioto 336).
Mediante la nota del 30 de agosto de 1864, Solano advierte al Brasil que
cualquier intervención armada en el Uruguay sería considerada como un acto de
guerra contra el Paraguay. Aunque la nota es interpretada como osada de parte
de Solano, la realidad es que, un tratado firmado el 25 de diciembre de 1850 por
Paraguay y Brasil justificaba en su totalidad esta medida. Decía en dicho Tratado,
en el artículo 14° y 2°, que el Paraguay y el Brasil “se comprometen a mantener la
independencia de la Banda Oriental” como también de “entender atacado uno de
los estados cuando su territorio fuese invadido o estuviese en inminente peligro
de serlo” (Rubiani 90-91). El Paraguay no “se metió” simplemente en el conflicto
de Uruguay, sino que ejerció una intervención solicitada por un gobierno amigo
y en función a razones legales. Sin embargo, con la llegada del colorado Venancio
Travesía • revista estudiantil
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