Ana Julia León - 9.° grado
La dama del lago
El auto iba despacio, a lo lejos se divisaban
las enormes montañas que tan bien conocía. El
olor a eucalipto crecía en el ambiente, cerré mis
ojos, traté de recordar mi infancia acá. Recorda-
ba las enormes praderas cerca del lago, las risas
ahora ahogadas por los años. De algún modo
el tiempo parecía detenerse cuando pensaba en
este lugar. Abrí mis ojos de nuevo, ahora podía
verlo claramente, las aguas de ese lago oscuro,
escuché una voz, no tanto como una voz sino
más bien como una promesa, y supe allí que
este lugar me esperaba.
Regresaba hoy a mi país después de haber vi-
vido cinco años en Argentina. Los recuerdos eran
plenamente tenues memorias de un lugar que
me ha olvidado. No me lamento por esto, mas
bien me alegro. Después de vivir tanto tiempo
entre laberintos bulliciosos de gente, el silencio
era el sonido más fuerte que podría escuchar.
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El auto dio la vuelta a la esquina, se veían
ahí las pequeñas cabañas en frente del lago que
siempre fueron la atracción principal… En mi
caso, yo no quería nada que ver con la otra gente
que reside en este lugar, me decidí a tomar la ca-
baña más alejada del lago, más lejos de cualquier
contacto no deseado.
Abrí la puerta con cuidado, esta dio un pe-
queño chirrido. Dejé mi valija a un costado del si-
llón, la chimenea estaba prendida. De repente mi
cuerpo fue atacado por un fuerte agotamiento.
Decidí acostarme, después de todo, vine acá para
descansar. El cansancio invadió mi cuerpo. En mi
sueño, estaba flotando, al lado mío había cuer-
pos, millares de cuerpos hasta donde alcanzaba
la vista. De repente un fuerte sonido ¡PUM! PUM!
El agua se movía impetuosamente, ¡PUM! ¡PUM!
¡PUM! El estruendo se acercaba más y más, ¡PUM!...
Desperté, alguien estaba tocando la puerta.
Travesía • revista estudiantil