Tom Sawyer
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Mark Twain
Capítulo 8
Un pirata que será osado
Tom se escabulló de aquí para allá por entre las callejas hasta apartarse del camino
de
los
que
regresaban
a
la
escuela,
después
siguió
caminando
lenta
y
desmayadamente. Cruzó dos o tres veces un regato, por ser creencia entre los
chicos que cruzar agua desorientaba a los perseguidores. Media hora después
desapareció tras la mansión de Douglas, en la cumbre del monte, y ya apenas se
divisaba la escuela en el valle, que iba dejando atrás. Se metió por un denso
bosque, dirigiéndose fuera de toda senda, hacia el centro de la espesura, y se sentó
sobre el musgo, bajo un roble de ancho ramaje. No se movía la menor brisa; el
intenso calor del mediodía había acallado hasta los cantos de los pájaros; la
Naturaleza toda yacía en un sopor no turbado por ruido alguno, a no ser, de cuando
en cuando, por el lejano martilleo de un picamaderos, y aun esto parecía hacer más
profundo el silencio y la obsesionante sensación de soledad. Tom era todo
melancolía y su estado de ánimo estaba a tono con la escena. Permaneció sentado
largo rato meditando, con los codos en las rodillas y la barbilla en las manos. Le
parecía que la vida era no más que una carga, y casi envidiaba a Jimmy Hodges,
que hacía poco se había librado de ella. Qué apacible debía de ser, pensó, yacer y
dormir y sonar por siempre jamás, con el viento murmurando por entre los árboles
y meciendo las flores y las hierbas de la tumba, y no tener ya nunca molestias ni
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Preparado por Patricio Barros