TOM SOWYER Tom Sawyer - Mark Twain | Page 56

Tom Sawyer www.librosmaravillosos.com Mark Twain Poco a poco fue ella cediendo y dejó caer las manos; la cara, toda encendida por la lucha, quedó al descubierto, y se sometió a la demanda. Tom besó los rojos labios y dijo: Ya está todo acabado. Y ahora, después de esto, ya sabes: no tienes que ser nunca novia de nadie sino mía, y no tienes que casarte nunca con nadie más que conmigo. ¿Quieres? -Sí; nunca seré novia de nadie ni me casaré más que contigo, y tú no te casarás tampoco más que conmigo. -Por supuesto. Eso es parte de la cosa. Y siempre, cuando vengas a la escuela o al irte a casa, tengo yo que acompañarte cuando nadie nos vea; y yo te escojo a ti y tú me escoges a mí en todas las fiestas, porque así hay que hacer cuando se es novia. -¡Qué bien! No lo había oído nunca. -Es la mar de divertido. Si supieras lo que Amy Lawrence y yo... En los grandes ojos que le miraban vio Tom la torpeza cometida, y se detuvo, confuso. -¡Tom! ¡Yo no soy la primera que ha sido tu novia! La muchachita empezó a llorar. -No llores, Becky -dijo Tom-. Ella ya no me importa nada. -Sí, sí te importa, Tom... Tú sabes que sí. Tom trató de echarle un brazo en torno del cuello, pero ella lo rechazó y volvió la cara a la pared y siguió llorando. Hizo él otro intento, con persuasivas palabras, y ella volvió a rechazarlo. Entonces se le alborotó el orgullo, y dio media vuelta y salió de la escuela. Se quedó un rato por allí, agitado y nervioso, mirando de cuando en cuando a la puerta, con la esperanza que Becky se arrepentiría y vendría a buscarlo. Pero no hubo tal cosa. Entonces comenzó a afligirse y a pensar que la culpa era suya. Mantuvo una recia lucha consigo mismo para decidirse a hacer nuevos avances, pero al fin reunió ánimos para la empresa y entró en la escuela. Becky seguía aún en el rincón, vuelta de espaldas, sollozando, con la cara pegada a la pared. Tom sintió remordimientos. Fue hacia ella y se detuvo un momento sin saber qué hacer. Después dijo, vacilante: -Becky, no me gusta nadie sino tú. No hubo más respuestas que los sollozos. 56 Preparado por Patricio Barros