Tom Sawyer
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Mark Twain
-¡Eres un malo! -y le dio un fuerte manotazo, pero se puso encendida y pareció
satisfecha, a pesar de todo.
Y en aquel instante preciso sintió el muchacho que un torniquete lento, implacable,
le apretaba la oreja y al propio tiempo lo levantaba en alto. Y en esa guisa fue
llevado a través de la clase y depositado en su propio asiento, entre las risas y befa
de toda la escuela. El maestro permaneció cerniéndose sobre él, amenazador,
durante unos instantes trágicos, y al cabo regresó a su trono, sin añadir palabra.
Pero aunque a Tom le escocía la oreja, el corazón le rebosaba de gozo.
Cuando sus compañeros se calmaron, Tom hizo un honrado intento de estudiar;
pero el tumulto de su cerebro no se lo permitía. Ocupó después su sitio en la clase
de lectura, y fue aquello un desastre; después en la clase de geografía, convirtió
lagos en montañas, montañas en ríos y ríos en continentes, hasta rehacer el caos;
después, en la de escritura, donde fue «rebajado» por sus infinitas faltas y colocado
el último, y tuvo que entregar la medalla de peltre que había lucido con ostentación
durante algunos meses 1 .
1
N. del T. En algunas escuelas primarias de Estados Unidos y Gran Bretaña, era costumbre hacer encuentros de
deletreo, haciendo formar una fila a los alumnos, e irles preguntando palabras. El puesto en la fila era de gran
importancia. A todo esto se refiere la anécdota de este párrafo.
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Preparado por Patricio Barros