Tom Sawyer
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Mark Twain
-Sid, ¿qué le pasa a Tom? -preguntó tía Polly- Ese chico... ¡Nada! ¡No acaba una de
entenderle! Yo nunca...
Entró Tom, abrumado bajo el peso de los sacos, y tía Polly no pudo acabar la frase.
Tom derramó el montón de monedas amarillas sobre la mesa, diciendo:
-¡Ahí está! ¿Qué había dicho yo? La mitad es de Huck y la otra mitad mía.
El espectáculo dejó a todos sin aliento. Todos miraban; nadie hablaba. Después,
unánimemente, pidieron explicaciones. Tom dijo que podía darlas, y así lo hizo. El
relato fue largo, pero rebosante de interés: nadie se atrevió a romper con
interrupciones el encanto de su continuo fluir. Cuando llegó a su fin, mister Jones
dijo:
-Me creía yo que tenía preparada una ligera sorpresa para esta ocasión; pero ahora
se ha quedado en menos de nada. Al lado de ésta, no se la ve. Tengo que
confesarlo.
Se contó el dinero. Ascendía a un poco más de doce mil dólares. Ninguno de los
presentes había visto junta una cantidad semejante, aunque algunos de ellos
poseían mayor riqueza en propiedades.
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Preparado por Patricio Barros