Tom Sawyer
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Mark Twain
Al día siguiente del entierro, Tom se llevó a Huck a un lugar solitario para departir
con él graves asuntos.
Ya para entonces la viuda de Douglas y el galés habían informado a Huck de todo lo
concerniente a la aventura de Tom; pero éste dijo que debía de haber una cosa de
la cual no le habían dicho nada, y de ella precisamente quería hablarle ahora.
A Huck se le ensombreció el semblante.
Ya sé lo que es -dijo-. Tú fuiste al número dos y no encontraste más que whisky.
Nadie me ha dicho que fueras tú; pero yo me figuré que tú eras en cuanto oí hablar
de los del whisky; y me figuré que no habías cogido el dinero, porque ya te hubieras
puesto al habla conmigo de un modo o de otro, y me lo hubieras contado a mí
aunque no se lo dijeses a nadie más. Ya me daba el corazón que nunca nos
haríamos con aquel tesoro.
-No, Huck, no acusé yo al amo de la posada. Tú sabes que nada le había ocurrido
cuando yo fui a la merienda. ¿No te acuerdas que tú ibas a estar allí de centinela
aquella noche?
-¡Es verdad! Parece que ya hace años de eso. Fue la noche en que fui siguiendo a
Joe el Indio hasta la casa de la viuda.
-¿La seguiste tú?
-Sí..., pero no hables de eso. Puede ser que Joe haya dejado amigos. No quiero que
vengan contra mí y me jueguen malas partidas. Si no hubiera sido por mí estaría a
estas horas en Texas, tan fresco.
Entonces contó Huck, confidencialmente, todos los detalles de su aventura, pues el
galés sólo le había contado a Tom una parte de ella.
-Bueno -dijo Huck después, volviendo al asunto principal-, quienquiera que cogió el
whisky, echó mano también al dinero y, a lo que a mí me parece, ya no lo veremos
nosotros, Tom.
-Huck, el dinero no estuvo nunca en el número dos.
-¡Qué! -exclamó Huck examinando ansiosamente la cara de su compañero- ¿Estás
otra vez en la pista de esos cuartos?
-¡Están en la cueva!
Los ojos de Huck resplandecieron.
-¡Vuelve a decirlo, Tom!
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Preparado por Patricio Barros