Ciencia ficción pura y dura
10
La figura humana se desplazo por el lago seco rondaba los treinta años pero poseía el vigor de alguien de veinte; miles de imágenes le asaltaban contando su historia y proyectándolas en el sol rojizo del amanecer mientras veía ese mundo que había dejado de ser su herencia; veía a su madre cuando el apenas tenia cinco años con una edad muy avanzada, luego averiguaría que no era natural tener hijos a esa edad; se veía a el con veinte años y su madre muriendo con noventa y cinco; veía a los últimos ancianos que superaban los ciento veinte años incapaces de seguir con las investigaciones; se veía a el construyendo el báculo, continuando el trabajo de miles de años de investigación teórica
convirtiéndolo en algo que gracias a el ahora era físico, después la soledad y así poco a poco hasta la muerte del último anciano y por último sus salidas intermitentes a superficie, su primera bocanada de aire libre y luego lo que le decidió a emprender su aventura, la flor espinosa que nació después de las lluvias hacia ya tres años
Continuo caminando incansable mientras recordaba su origen, los cientos de gigas visionados sobre su antigüo hogar, la sala devastada de criogenización de células madres genitales que continuamente eran maduradas cada quince años hasta obtener nuevos embriones y nuevas células madres genitales desechando las envejecidas hasta que el oxido y la cámara estanque de repuestos de las instalaciones completamente aséptica e inmutable al tiempo por su temperatura y ausencia de humedad se agoto. Entonces vino la nueva era de la tecnología del cristal que llevo al atraso de medios y convirtió todo conocimiento en simple teoría y durante diez mil años de almacenar en todo tipo de medios cristalinos, desde la información de investigaciones, hasta los valiosos embriones, la información en diamantes y rubís y los embriones en ámbar vegetal que se sacaba en laboratorio de células vegetales.
En realidad fue una trampa, la