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-¿Cómo entiende al “populismo”? -El populismo simula bienestar social y para eso hay que tener un Estado con plata y poder dis- tribuir sin contraprestación. Subsidiar. Eso siempre que haya plata. Cuando se terminó la plata todo queda igual. El problema en general de los populismos es que no alteran el sistema productivo ni modifican la estructura social; no alteran la estructura del ingreso, y las desigual- dades siguen siendo las mismas cuando se ter- minó el subsidio. Además, el populismo está ligado al carisma, al culto a la personalidad, al fanatismo, a las soluciones “mágicas”, y eso va haciendo muy difícil desarmar esa estructura. Es un mal que no hemos podido curar. -Los doce años de kirchnerismo, tras la crisis de 2001, ¿los inscribiría dentro de esa misma “onda larga” de populismo? -Yo dirá que sí. El populismo, como he dicho, aparenta dar respuestas inclusivas sin alterar la distribución. Reduce la desigualdad transitoria- mente, mientras tiene financiamiento, pero la distribución del ingreso, se debe regular con el sistema impositivo, y una política salarial; no regalando plata. Cuando la justicia social se hace con un criterio de perdurabilidad tiene valor; cuando uno quiere resolver el problema del ingreso subsidiando, es siempre una políti- ca de patas cortas. Por eso yo digo que el país atrasa, porque no ha habido un desarrollo eco- nómico suficiente ni una redistribución del ingreso sostenible. -Nuevamente el interrogante sobre el peronis- mo como única fuerza capaz de gobernar y la dificultad que tienen los gobiernos no peronis- tas para completar sus mandatos con relativo éxito... -Yo tengo cierta reacción a la idea de que el peronismo no deja gobernar: y la tengo del lado de los gobiernos que no han podido termi- nar su período, pese a que yo participé en dos de esos gobiernos. Si uno dice que no lo dejan gobernar es, en la mayoría de los casos, que uno no sabe gober- nar. Porque gobernar es cabalgar el tigre. Por supuesto, puede haber circunstancias extraor- dinarias, como lo fue la hiperinflación de Alfonsín que tuvo la herencia de la dictadura, de la Guerra de Malvinas. y la inflación mundial creada por la Guerra del Petróleo. Pero normal- mente no se puede decir “no nos dejan gober- nar”, Y si sabe que el otro no quiere dejarlo gobernar, uno tiene que prepararse para ver 15 cómo lo contrarresta. Creo que echarle la culpa a la oposición, por más feroz que sea, no es correcto. Que ha habido (y hay) mucha irres- ponsabilidad en la oposición a gobiernos demo- cráticos, sin duda es cierto. Es cierto también que hoy en día la virulencia de las minorías polí- ticas, las presiones sindicales excesivas y cier- tos comportamientos políticos, han contribuido a un estado de ebullición. Dicho esto, creo que tampoco es cierto que el peronismo haya termi- nado siempre bien sus gobiernos: Perón fue derrocado en el ‘55, el gobierno de Isabel Martínez de Perón terminó en catástrofe, Duhalde renunció. -¿Por qué vivimos de crisis en crisis? ¿Hay una tara en nuestra dirigencia que obtura los acuer- dos efectivos? -Los malos gobiernos son productos sociales. No son marines que nos invaden Hay, creo yo, una cuestión cultural. Hay cosas que amo de nuestra sociedad y hay cosas que me parecen muy negativas: una es la desmesura, los juicios apocalípticos o panegíricos, una politización hipertrofiada que hace que sea difícil progra- mar e implementar políticas de largo alcance, y ahí sí está la responsabilidad de la dirigencia política (en la cual me incluyo), que no ha sabi- do responder a las necesidades y demandas sociales, siempre apremiantes, y a la vez man- tener un Estado sano. -¿Sigue vigente la llamada “grieta” en el actual escenario de desembocadura electoral? -Eso tiene que ver con la desmesura. En toda sociedad hay visiones distintas, intereses distin- tos. Hay, por supuesto, derecha e izquierda, porque hay maneras diferentes de distribuir los bienes económicos y el poder. La derecha trata de concentrar esos bienes, la izquierda trata de distribuirlos. Pero hay distintos grados de dere- cha y de izquierda, Hay aproximaciones Hay un punto en el cual se superponen algunos aspec- tos. Yo creo que el populismo ha hecho y puede hacer demasiado mal, pero no demonizo. Ni creo que un gobierno sin recursos sea perver- so. Cuando en la Argentina se habla de “la grie- ta” es como si de un lado quedara una mitad de la sociedad –o de la dirigencia- y del otro lado la otra mitad, sin ningún puente entre las dos. Y que no hubiera ningún matiz. Y eso sabemos que es irreal porque no hay una sociedad divi- dida en dos partes. Las sociedades se dividen en muchas partes. Decir que hay solo dos visio- nes de la realidad es una manifestación de la desmesura argentina. Las cosas no son “blanco o negro”. Me parece que un gobierno democrá- tico es siempre mejor que un gobierno populis- ta, pero no creo que haya 100 por 100 de dife- rencias. -Planteaba en una nota reciente que las socie- dades se pueden equivocar cuando votan y después sufren las consecuencias, ¿se refería a la Argentina? - Hay un mito según el cual el pueblo nunca se equivoca. Bueno, el pueblo es la suma de indi- viduos, y todos somos falibles. La democracia no se asienta sobre la base de que el pueblo nunca se equivoca. Se asienta sobre la base de que tiene derecho a equivocarse, y que no hay ningún árbitro que pueda decir si se equivocó y corregirla. Y eso es lo que hay que respetar. ¿Que hay errores? Por supuesto que sí. Y hay también una inducción al error. Manipulaciones políticas, manipulaciones empresarias, manipu- laciones periodísticas. Fanatismo, intolerancia. La exaltación de sentimientos, el oscurecimien- to del análisis…Las sociedades se pueden equi- vocar pero a veces la equivocación proviene de falsas informaciones o interpretaciones que dis- torsionan la realidad. Por supuesto, nuestra sociedad se ha equivoca- do muchas veces y temo que hoy corra el ries- go de volver a equivocarse.