The NON Magazine - N° 05 | Page 9

Cogito, ergo sum
Ahora bien, si me acerco más al continente en el que está ubicado Chile, me encuentro con muchos países de habla hispana, tanto en América del Norte, como Central y del Sur. Cada uno de estos países posee el mismo código para comunicarse, el Español, pero el modo en que se usa no es el mismo, por lo cual, cuando escuchamos hablar a un mexicano, un guatemalteco o un argentino, nos damos cuenta de que no entendemos el total de lo que dicen y conocemos sólo ciertas palabras de sus frases. ¿ Hablan mal ellos? ¿ Hablamos mal nosotros? Creo que ambas respuestas deben ser negativas. La comparación que hacemos siempre es del lenguaje común, de calle, el habla coloquial, y no nos detenemos a comparar la lengua culta formal, la cual no difiere tanto como la anterior en las distintas naciones. Así como en ocasiones no entendemos el habla coloquial de ellos, a nosotros tampoco nos entienden, pero si nos encontramos en un ambiente formal con un extranjero, podemos comunicarnos casi a la perfección. Con esto, solo quiero dejar en claro que cada zona geográfica hispano parlante tiene su forma de comunicarse, que es válida para su región y no por ello equivocada.
Entrando de lleno en nuestro país, vemos que tampoco tenemos una comunicación homogénea. El Español que se habla aquí, o Castellano, llegó junto con Pedro de Valdivia y sus acompañantes, y se expandió por todo el territorio. Nuestras diferencias geográficas y las de los países limítrofes dotaron al idioma con una riqueza de palabras venidas de las distintas tribus que habitaban estas tierras y sus lenguas nativas, entre ellas el aymará, el quechua y el mapudungun. Si bien estos idiomas no cambiaron la forma de hablar de los recién llegados ni modificaron los códigos traídos, contribuyeron al cambio debido al ingreso de nuevos vocablos. Este nuevo Español fue el que se extendió por la región, adaptando las palabras de los indígenas que habitaban cada zona. Es así como en el norte de Chile aún se pueden escuchar palabras provenientes del aymará, que no se escuchan en el sur, lugar donde se utilizan palabras del pueblo Mapuche. ¿ Se habla mal en el norte? ¿ Se habla mal en el sur? Para ambas preguntas hay un no. Estamos en el mismo país, y, sin embargo, hablamos distinto.
El país es una larga y angosta faja de tierra, como se ha dicho tantas veces. Debido a esto tenemos distintos climas, accidentes geográficos y, cómo no, formas de hablar. Al escuchar a alguien que viene del sur notamos, por su pronunciación, su lugar de procedencia. Lo mismo que con alguien venido del norte. Y esto no significa que ellos hablen mal, por el contrario, solo nos reafirma que la zona geográfica marca nuestra forma de comunicarnos. Otra gran marca viene dada por las palabras utilizadas. Como dije anteriormente, el Español se nutrió con vocablos de otras culturas, las que no estaban diseminadas por todo el territorio, por lo tanto, podemos encontrarnos con palabras que tienen todo un significado para los habitantes de una zona, y para personas de otro lugar, o tienen otro sentido, o son palabras vacías. Algo de esto me ocurrió cuando hablé con un amigo venido de la zona centro del país. Se reía cada vez que escuchaba " cocho "( harina tostada con agua caliente) porque para él no tenía sentido. La dicha mezcla era, para él, " ulpo ", siendo que para nosotros " ulpo " es harina tostada con agua fría. Otra palabra que le causaba gracia era " pupo "( ombligo), sin significado para él. Esta diferencia de palabras se da incluso dentro de una misma zona. Hace años que me cambié de ciudad, de Ovalle a Coquimbo – dentro de la misma región –, y cuando llegué, mis amigos del colegio no entendían algunas palabras, como por ejemplo " chiche "( tapa de bebida), a la que ellos denominaban " cala " – que debo decir, no sabía qué era –. Con el pasar del tiempo me he dado cuenta de que ambos nombres han desaparecido y ahora uniformemente se le llama " tapa " en ambos lugares.
Finalmente, y reduciendo la geografía al máximo, nos encontramos con muchas otras diferencias, que cualquier extranjero que llegue a algún punto del país notará. La primera de ellas es la velocidad que tenemos al hablar. Somos conocidos por hablar muy rápido y con una forma de hablar cantada, que a algunos turistas les gusta y a otros no. La segunda, es la forma que tenemos de aplicar diminutivo a todo. Nadie invita " un café ", invita " un cafecito ", nadie toma " un trago ", toma " un traguito ". Esta usanza se da en todo Chile y en todas las clases sociales. Posiblemente, esta forma de hablar sea producto de la falta de confianza en sí mismo que tiene tan arraigado el chileno. Otra diferencia la entrega la forma de hablar que tienen las distintas clases sociales del país, en las cuales podemos encontrar diversas formas de decir lo mismo, unas más informales que otras, tales como " voh soy tonto ", " tú erís tonto ", " tú eres tonto ". Generalmente se asocia el modo informal a las clases sociales más bajas, ya que ellos son quienes más lo utilizan, a pesar de ser común escuchar a gente de estratos más altos hablar con esa misma familiaridad a amigos y a parientes. Entre las otras peculiaridades del lenguaje chileno, está el uso que se da a los animales en el hablar. Están los " vacas ", los " choros ", las " cabras ", los " sapos " y cuanto animal doméstico – y no – exista, algo común en varios países –" gallina " es sinónimo de cobarde en muchos lados –. También se deben mencionar los anglicismos, galicismos y demás extranjerismos que han sido sumados a nuestro idioma. Además de estas diferencias están las que entregan las distintas profesiones o trabajos que realizan las personas: los médicos no hablarán de la misma manera que los obreros de la construcción, y no es un asunto de condición social, ya que los ingenieros, abogados o los mismos médicos, no hablarán de la misma forma entre ellos, aunque estén considerados en grupos sociales altos y se comuniquen en un modo culto formal. Por último, y no menos importante, las situaciones que nos rodean cuando hablamos. No es lo mismo dirigirse a un profesor que dirigirse a un amigo. Ni dar un discurso frente a autoridades que hablar en una reunión familiar. Pero no podemos asegurar si hablamos bien o mal, ya que no es lo mismo comparar los registros cultos que utilizamos ocasionalmente, con los registros informales que usamos a diario.
El Español es un idioma más entre todos los utilizados en el mundo. Es antiguo y continuamente ha sufrido cambios. Fue así como llegó a Chile junto a los españoles que nos descubrieron y conquistaron, y junto a los vocablos de otros pueblos que vivían en estas regiones, se convirtió en un idioma que forma parte de nuestra cultura e identidad. Nuestro país, además, poseía una diversidad de pueblos, que no existían en el resto del continente, por lo cual, nuestra forma de hablar es diferente comparada con las naciones que habitan América Latina. Estos mismos pueblos, tampoco estaban diseminados por todo Chile, así que cada sitio tiene su propio código basado en el Español y enriquecido por las lenguas indígenas. Las distintas zonas geográficas también dotan al idioma con nuevas palabras, diferenciando las zonas norte, centro y sur. A esto, podemos agregarle las diferencias que dan las clases sociales, la edad de los hablantes, las labores que realizan y las situaciones que rodean a las personas cuando éstas se comunican. Por último, podemos decir que los chilenos tenemos una forma de hablar muy conocida, ya sea por la manera de utilizar diminutivos, por el tono cantado que tenemos al hablar, por la velocidad al decir las palabras, por el uso de los animales en el lenguaje cotidiano y por la deformación que hacemos a las palabras y las conjugaciones de verbos. Con todas estas características y comparaciones, se puede concluir que los chilenos no hablamos mal, pero tampoco hablamos bien, solamente hablamos diferente.