The Ispian...Un lugar en común - N° 1 - Agosto 2013 | Page 9

“Abril, 2008.

Llegué al Saint Bartholomew’s School, que dependía entonces de la Iglesia Anglicana, en el año 1924. Mi padre francés y mi madre inglesa habían llegado a Rosario desde Buenos Aires el año anterior, y se integraron rápidamente a la colectividad inglesa a través del Rosario Athletic Club, que por aquellos días reunía a la mayoría de las personas de dicha nacionalidad.

El Colegio funcionaba en un local de la calle Urquiza, pegado a la Iglesia. El patio de las mujeres para usar en los recreos era, justamente, el patio de la Iglesia; en aquellos días, los varones tenían un patio separado.

Vivíamos en “Plaza Jewell N° 5”, una de las casas que conforma un conjunto que aún perdura y que se encuentra sobre calle Córdoba, entre Crespo y Vera Mújica. A la mañana, mi padre me llevaba en auto cuando iba a trabajar, regresábamos al mediodía para almorzar y a la tarde volvía en tranvía, siempre acompañada por mi hermana mayor, Simonne, y otras chicas más grandes. Algunos alumnos, como los que vivían en Fisherton, llegaban al Colegio en el tren que los dejaba en la estación Rosario Central de la calle Wheelwright al 1400, y traían su vianda para comer al mediodía.

La directora era Miss Callif, pero al tiempo fue reemplazada por Miss Anderton, B.A.London (Bachelor of Arts, London University); ambas infundían un gran respeto entre los alumnos. Miss Anderton trajo grandes novedades al Colegio, entre ellas, el formar una agrupación de boy-scouts y girl-guides quienes, entre otras actividades de servicio, se ocupaban de cuidar los patios de varones y mujeres respectivamente. Yo todavía no tenía edad para ser girl-guide, sólo era una aspirante, a quienes se nos llamaba “brownies”. Para esta actividad, vestíamos un uniforme color beige y sombrero de paja (una foto de esta agrupación fue publicada en la página 89 del libro de la Historia del Colegio, obra del Arq. Zenith Porcelli).

En el Colegio no existía un uniforme obligatorio. Los más pequeños dábamos clases en dos turnos, Castellano e Inglés, pero los más grandes iban a un colegio a tomar sus clases de Castellano y luego venían a St. Bartholomew’s para las de Inglés. También se dictaban clases de Francés, Dibujo, Música, Manualidades, además de Lengua y Matemática.

Siempre estuve ligada al colegio: primero como alumna, luego como madre y abuela de alumnos, y también como miembro de la Fundación Churchill de Rosario. En mi vida profesional, como docente y directora del Profesorado de Inglés, tuve un contacto fluido y permanente con el Colegio y con gran parte de su comunidad educativa.

Me invaden tantos recuerdos… ¡Ah, y cuando se instauraron las “casas”, pasé a formar parte para siempre de la familia Hudson!

Arlette Battier de Imbert."

Volvimos a casa muy contentos por haber compartido esa ceremonia y con nuestro pensamiento puesto en esos pioneros, que llegaron a este país hace un siglo y medio, para dejarnos su cultura, sus edificios y una muestra de lo que la educación ya significaba en esos tiempos para el resto del mundo.