Test Drive | Page 7

Por su forma y contenido, las obras de Salgari representan genuinamente a la novela de aventuras de la primera mitad del siglo XIX. Pues aunque ellas fueron escritas cuando los grandes novelistas coetáneos de Salgari habían abandonado el romanticismo, éste se quedó en él. El escritor está más cerca de Walter Scott –aunque está lejos de su excelente estilo–, de Víctor Hugo –sin su profundidad–, y especialmente de Alejandro Dumas padre. Es indudable que las novelas de "capa y espada", de este último, como Los tres mosqueteros (1844) y El Conde de Montecristo (1849), con su evocación de los tiempos galantes y caballerescos de Francia, deben haber influido en el novelista italiano. No hay duda, además, de que Salgari conoció las obras de Julio Verne –del que fue contemporáneo– y que intentó, como éste, entregar en sus novelas descripciones de tipos y costumbres de los más variados lugares del planeta. Pero sus descripciones están muy lejos de tener el peso, la riqueza y, sobre todo, la rigurosidad de las de su modelo. En muchos casos Salgari cae en ligerezas y comete errores que ni la vastedad de sus obras ni la velocidad con que fueron escritas, pueden excusar. Lo que sí es muy rescatable en las novelas de Salgari, es el ritmo cinematográfico de su acción, el dramatismo de la mayoría de sus escenas, y la exaltación de la voluntad y de la valentía de sus protagonistas. Valores que generalmente aparecen reforzados por las virtudes caballerescas en boga durante el siglo XVII. Temática Un corsario italiano de origen noble –el Corsario Negro– decide recuperar el cuerpo de su hermano –el Corsario Rojo– que pende de una horca en la plaza mayor de la ciudad de Maracaibo, en Venezuela. El corsario ha sido ejecutado por orden del gobernador de la ciudad, Wan Guld, un noble holandés que ha traicionado a los suyos pasándose al bando de los colonos españoles. Estamos en pleno siglo XVII, época en que corsarios y piratas ingleses, franceses y holandeses asaltan a los barcos españoles que trafican entre la metrópoli y sus colonias, asolando a veces las ciudades portuarias mismas. Ayudado por dos de sus fieles seguidores –Carmaux y Wan Stiller–, y tras audaces aventuras, el Corsario Negro rescata el cadáver de su hermano y le da honrosa sepultura en el mar. Jura, entonces, no descansar hasta vengarse de Wan Guld, exterminándolo a él y a toda su familia. Cuando inicia sus correrías para cumplir su promesa, asalta a una nave española y aprisiona a sus pasajeros. Entre estos últimos hay una hermosa joven noble, de la que se enamora sin confesárselo a sí mismo. Pero nada debe obstaculizar su venganza, por lo que atraca en la isla de la Tortuga –refugio de los filibusteros que infectan el Caribe– para dejar allí su botín y sus prisioneros, y urdir un plan para acabar con Wan Guld. Sin embargo, el destino del Corsario Negro –como el de todos sus hermanos– es trágico. Luego de tomar por asalto a Maracaibo, en persecución de Wan Guld, descubre que éste es el padre de su amada. Pero como ha jurado exterminar a la familia de su enemigo, sacrifica su amor y a la joven a su juramento. Página 7