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Espacio
Espacio y antiespacio
Ahora bien, justo en el momento en que Schmarzow define la arquitectura como “el arte del
espacio” y Riegl, a través del énfasis en el espacio interior del Panteón, sitúa como esencia de
la arquitectura el concepto de espacio (un concepto que hasta entonces no había sido utilizado
de manera explícita), este mismo espacio recién
descubierto es violentado y superado. La concepción que desarrollan las vanguardias se basa en un
espacio libre, fluido, ligero, continuo, abierto, infinito, secularizado, transparente, abstracto, indiferenciado, newtoniano, en total contraposición al
espacio tradicional que está diferenciado volumétricamente, de forma identificable, discontinuo,
delimitado, específico, cartesiano y estático. A
esta nueva modalidad de espacio unos la denominaron “espacio-tiempo”, con relación a la teoría
de la relatividad de Einstein y a la introducción
de la variable del movimiento, y otros la calificaron como “antiespacio” por generarse como contraposición y disolución del tradicional espacio
cerrado, delimitado por muros.2
Si el espacio tradicional encuentra su
máxima expresión en el mundo unitario del Renacimiento, en el que no hay separación analítica
entre los elementos del espacio y de la forma y
en el que la perspectiva cónica expresa la imagen
del hombre como centro, la revolución copernicana de la ciencia del siglo XVII está en el origen
del anti-espacio. Es cuando el espacio empieza
a emanciparse, cuando éste se convierte en independiente y relativo a objetos en movimiento
dentro de un sistema cósmico infinito.
Esta búsqueda de un espacio moderno,
infinito y dinámico se intuye en distintos precedentes. En la casa-museo de John Soane en Lon-
dres (1792-1837), su extensa colección de pinturas y esculturas se sitúa en un espacio que fluye,
con iluminación cenital por claraboyas, con salas
que surgen detrás de salas, escaleras que se sitúan
tangencialmente entre los muros y colecciones
de cuadros - es decir, ventanas simbólicas- que
se abaten para dejar planos posteriores, como si
el espacio dentro de los muros se fuera deshojando, desvelando y emancipando. En las plantas cuadriculadas y repetitivas de J.N.L. Durand,
donde se situaban pilares, muros y demás elementos, también se anuncia este carácter infinito
del nuevo espacio. La percepción del interior del
Palacio de Cristal en Londres (1851) de Joseph
Paxton ofrecía incipientemente la visión de un
espacio dinámico y libre, con los objetos totalmente bañados de luz, en el que la barrera entre
el exterior y el interior quedaba franqueada.
Todo ello culminará en un paso trascendental en la evolución de la arquitectura: la concepción internacional del espacio conformado
sobre un plano horizontal libre, con fachada
transparente. El vacío fluid