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Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales
alejados de la materia en su ensimismamiento
formal que parecen flotantes arquetipos platónicos, recogiendo también la mágnífica precisión
geométrica que estructura la obra de Louis I.
Kahn.
Tampoco ésta es, no puede serlo, una vía
extinguida para la expansión de nuevos recursos
de la presencia arquitectónica; el presente parece
enroscarse sobre su mismo origen y volver a
recorrer de manera táctil las experiencias de la
materia en su puro aparecer: acaso sea este el
significado de la atención a los materiales en la
reciente obra de Peter Zumthor.
La belleza será convulsa, o no será
André Breton pronunció esta turbadora sentencia
en 1934: “la belleza será convulsa, o no s erá.”13
La convulsión es un movimiento involuntario. Los
elementos esenciales de la estética habían sido ya
disueltos en los múltiples tanteos de las vanguardias, cuya unidad acaso consista únicamente en
esta insistencia por desmantelar la tradición, el
conjunto de valores adjudicados a las artes a partir
de la larga historia de la cultura occidental. Breton
anunciaba una era para la belleza que solamente
sobreviviría en la suspensión de las intenciones
directas del autor sobre la obra, en la destrucción
de la voluntad creadora, una belleza abandonada
por el artífice, involuntaria y casual. Se trataba de
una escrupulosa crítica a la concepción ya no de las
artes en la sociedad, sino a la concepción misma
de realidad que ilumina la totalidad de las propuestas del Surrealismo, que André Breton lideró
junto a otros poetas y artistas, como Louis Aragon,
Antonin Artaud, Max Ernst o Paul Eluard.
Esta concepción desoladora parte en realidad del núcleo mismo del Romanticismo, es su
destino inevitable, puesto que ya había explorado
el límite de la enajenación del artista, especialmente del poeta. Por otro lado, en los ámbitos de
la reflexión estética, la misma muerte del arte ya
había sido anunciada: paisaje final y necesario
en la filosofía completa de Hegel. Pero la sentencia de Breton no es singular por el anuncio de un
final, que representa una variación más del sueño
romántico, sino por el hecho de legar la creación
artística al movimiento convulso, al gesto errático que la conciencia ya no vigila, a la ausencia
misma de intención que sólo gobernaba en la
historia de las producciones humanas el error y
los espacios vacíos, estériles, que intermedian
los grandes momentos creativos.
La arquitectura se constituye en un arte
singular desde sus propios orígenes. Sus compromisos con la realidad, con los hábitos humanos y la materialidad de la construcción, obstaculizan la libertad de que disponen otras habilidades artísticas. No pudo consentirse la ociosidad anunciada en el peculiar final de las artes
vislumbrado por Breton, que vivió siempre en
el dominio de lo poético. La arquitectura del
periodo de entreguerras, que recoge el término
de Movimiento Moderno, y que fue contemporánea al Surrealismo, respondió en su línea
dominante a las propuestas de vanguardia con
un nuevo racionalismo, que acaso encubría
todavía enigmáticas relaciones con lo irracional, pero que se sometía en términos generales
a la razón constructiva, a la simplicidad formal,
en beneficio de una sociedad más justa, a la
que quería ahorrar el sacrificio inútil de la vieja
monumentalidad.
Esta proposición es el título de un artículo aparecido en la revista
Minotaure, nº 5, París, mayo de 1934, pp. 8-16.
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© Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.