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90 Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales así parte del objeto de la nueva Historia del arte, simbólicamente fundada por Winckelman en el XVIII, y se percibe como algo absoluto, regido por leyes que no es preciso establecer a priori, porque se sienten en los mismos impulsos creativos del artista. Pero el concepto de forma no puede ser comprendido sin la apreciación de la materia, de la cual es cualidad esencial. La constatación de la forma conducía, en el campo teórico, al reconocimiento de la materia y a la diferenciación de las distintas maneras de manipularla en las distintas artes. Así se presentaba en el discurso de Hanslik. Si lo que se trata es de identificar las sucesivas materias, o aspectos de la materia, que corresponde a cada una de las artes, interesa remarcar los aspectos visuales, o perceptibles a través de la visión, de las artes que también a partir de este razonamiento pueden llamarse plásticas. Entre ellas, la pintura, la escultura y la arquitectura. El formalismo y sus descubrimientos se dirigen a la materialidad plástica, opción que podría terminar en un extrañamiento obsesivo, inoperante, de la propia materia: extrañamiento inducido en parte por la pintura abstracta, a través de las diversas experiencias que la constituyen entre 1910 y 1915, de las cuales las más relevantes son las de Wassily Kandinsky, Kázimir Malevitch y Piet Mondrian. La abstracción simboliza en el devenir de la pintura la paradójica objetualización, conversión en objeto puro, de su ancestral horizonte de transparencia, escenario privilegiado de la simulación de la realidad y del espacio en un soporte plano. La repercusión de las reflexiones formalistas sobre las obras y, en sentido inverso, la implicación del propio tratamiento de la obra de arte en la expresión de valo- res de la forma y la materia deben ser tenidos en cuenta. El laboratorio de las artes de vanguardia culminó esta comprensión formal y matérica de la obra de arte: pactado o no con la teoría, apareció un universo de facturas entregadas a las cualidades de los materiales, un frente sistemático que llega a constatar la presencia activa de la propia materia: desvelando ya no sólo las propiedades pasivas, sino las tensiones de los materiales y de los encuentros formales y de color, las evocaciones de movimiento, incluso los estados corrosivos y temporales que se expresan, por ejemplo, en los relieves de Tatlin. De todo este empeño por objetualizar el producto artístico los mejores exponentes los encontramos en la vanguardia rusa, desde los primeros intentos del Cubofuturismo, todavía dependientes de los inicios de la renovación de las artes plásticas habidos en el marco de la Europa Occidental, hasta los todavía no suficientemente explotados recursos del Constructivismo y el Productivismo. El salto dado por los ejercicios abstractos de los materiales hacia el recinto de la arquitectura, realizado por los artistas rusos, es un salto de gigantes que produce las imágenes más innovadoras de la arquitectura de nuestro siglo: la torre de Tatlin, dedicación simbólica a la Tercera Internacional Socialista, en 1920, es ya pura expresión de la tensión de la materia, sin superficies que delimiten la forma, mientras los proyectos de Leonidov se establecen como expresiones dinámicas a gran escala de las formas arquitectónicas en el espacio circundante. Para que las teorías formalistas encuentren realmente algo específico en la arquitectura falta esperar un nuevo principio que las artes plásticas de la pintura y la escultura no pueden ya ofrecer: el espacio. La arquitectura parece recorrer © Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.