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Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales
de San Pietro in Montorio de Bramante, difundido por los grabados de Palladio, en la cúpula
de la catedral de Saint Paul de Londres, elaborada por el astrónomo y arquitecto Christopher
Wren.
En España el clasicismo se estableció bajo
la apariencia de un racionalismo que enmarcaba
la pretendida dignidad imperial del tiempo de
Felipe II, y del cual, las aplicaciones constructivas, así como las interpretaciones teóricas, encerraban en sustancia un ancestral misticismo de
génesis medieval, expreso en la radical sobriedad
que certifica la obra de San Lorenzo del Escorial. Es preciso remarcar que en la propagación
del sistema clásico al resto de Europa se adelanta el texto a la obra construida, ya que antes
se difunde por la vía recientemente abierta de la
imprenta que por el contagio mismo de las imágenes concretas y construidas, de las cuales los
libros que recogen la teoría del clasicismo también dan noticia.
Progresivamente, el clasicismo adquiere
los rasgos de una normativa, es decir, adquiere
un carácter legislativo, que está también respaldado por la íntima asociación entre teoría y construcción, entre investigación arqueológica y realización de nuevas obras. Esta normativa es de
orden estético, va dirigida a la construcción de
edificios bellos, y todavía esta belleza tiene una
adherencia antigua: quiere proponerse como testimonio de la verdad. Por tanto, adquiere la
dimensión de una manera única, que despeja
los errores de los oscuros tiempos medievales,
y que no acepta la pluralidad de propuestas que
inevitablemente se superponen en el mapa de
Europa y que constituirán el carácter del futuro
que establecerá en esta pluralidad la crisis del
clasicismo.
El intelectualismo Barroco hacia
la clausura de la tradición del clasicismo
Al margen de este círculo en el que se consolida
la primera tradición autónoma de la arquitectura,
en su misma región de sombra o en el seguimiento de los tanteos de sus espacios periféricos,
ya realizados por la pericia plástica de Miguel
Angel, se desdoblan las intensidades formales
del Barroco, que toman también en Italia sus primeras expresiones. El Barroco no sólo puede
ser entendido como sombra de la estricta ortodoxia del clasicismo: es la fuerza generada por sus
propuestas iniciales que se desata como culminación de las posibilidades plásticas que encierra en su origen. Heinrich Wölfflin en su obra
Renacimiento y Barroco (1888), corrigiendo el
menosprecio neoclásico de Milizia que nombró
por vez primera el Barroco, entendió este proceso como evolución de la visión, desde la contemplación de lo inteligible, hacia la celebración
de lo sensible. Construyó con este concepto una
de las primeras diferenciaciones teóricas entre la
belleza clásica y la barroca que no excluía a ninguna de ellas, sino que las orientaba a una comprensión de sus diferencias. Pero no es ésta la
única interpretación de las asombrosas desviaciones barrocas de la norma clásica: las intensas
modulaciones de los órdenes pueden ser entendidas también como estribaciones necesarias de
la experiencia estética del clasicismo. También
el Barroco, aunque carece de elaboraciones teóricas, es, de algún modo, un intelectualismo: responde a una extrema elaboración de los conceptos matemáticos y de los arabescos geométricos que sustentan las formas de la arquitectura,
y a una especial erudición en el conocimiento
de la antigüedad. Así lo muestra la arquitectura
© Los autores, 2001; © Edicions UPC, 2001.