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118 Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales ciales, contrarias al estatuto libre el trabajo del artista. Los manifiestos sachlich no reconocen el núcleo del trabajo del arquitecto: decidir entre las diversas soluciones funcionales, la que sea bella, la que despierte una reacción conmovedora en el espectador que la contemple. Emoción que no es un impulso engendrado por la expresividad de la obra, en la que el artista se refleja, sino un mecanismo formado por la obra en sí misma. Por sus proporciones: “Un cuadro es una ecuación,”18 expresión de un orden: “Una obra verdaderamente purista debe vencer el azar, canalizar la emoción; debe ser la imagen rigurosa de una concepción rigurosa: mediante una concepción clara, puramente realizada, ofrecer hechos a la imaginación. El espíritu moderno lo exige.”19 La pureza a la que aspira Le Corbusier no tiene una especial relación con exigencias funcionales. Le Corbusier separa utilidad y belleza. “Lo útil no es lo bello.”20 Adolf Loos había tomado un camino parecido en “Arquitectura”, cuando afirmaba que todo “lo que sirve para un fin, debe quedar excluido del reino del arte.”21 Aparentemente, Le Corbusier entiende la arquitectura de una manera menos radical. Admite como evidente, preliminar, “inevitable”, que la arquitectura debe satisfacer las necesidades planteadas por un programa funcional. Pero, no nos engañemos, describir una situación con estas palabras es, sin duda, una manera de manifestar que se desearía justo lo contrario, es decir, evitar la presión de la utilidad sobre la arquitectura. “En lo que me concierne, estoy personalmente privado de cualquier comodidad. Pero puedo crear y soy perfectamente feliz.”22 De una manera políticamente correcta, Le Corbusier termina su “defensa de la arquitectura”, dura pero educada respuesta a unas afir- maciones del crítico y poeta de vanguardia checo Karel Teige,23 diciendo: “Y le prometo -lo que me tranquiliza- que estamos todos, en la hora actual, al pie del mismo muro.”24 ¿Lo creía? Pocos años después, en 1940, Alvar Aalto escribe un artículo en una revista inglesa, y lo titula: “Humanizing architecture.”25 Aunque no había pasado demasiado tiempo desde los escritos de Meyer y Le Corbusier, en aquellos años muchas cosas habían sucedido, y en poco tiempo muchas más acontecerían. Los “felices veinte” estaban muy lejanos, y la segunda guerra mundial había empezado. En este ambiente bélico, Aalto opone formalismo y funcionalismo -cuando hoy en día más bien pensaríamos que el funcionalismo no hizo sino producir un determinado tipo de formalismo-; se sitúa del lado del funcionalismo -cuando la mayoría de la crítica de arquitectura más bien ha considerado su obra como un caso atípico, más próximo al organicismo, puestos a poner adjetivos-; pero cuestiona su validez atemporal. Defendiendo la continuidad del proyecto funcionalista, Aalto sostiene que éste, si quiere mantener su impulso renovador, debe profundizar en el plano humano y relativizar el Amedée Ozenfant, Charles Edouard Jeanneret, “Después del cubismo”; v.o.: 1918, en: Acerca del purismo. Escritos 1918/1926, El Croquis Editorial, Madrid, 1994, p. 42. 19 Ozenfant-Jeanneret, op. cit., p. 43. 20 Le Corbusier, op. cit., p.54. 21 Adolf Loos, “Arquitectura”; v.o.: 1910, en: Escritos II. 1910/1932, El Croquis Editorial, Madrid, 1993, p.33. 22 Le Corbusier, op. cit., p.54. 23 Sobre Karel Teige véase: Karel Teige. Arte e ideologia. 1922-1