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Introducción a la arquitectura. Conceptos fundamentales
ciales, contrarias al estatuto libre el trabajo del
artista. Los manifiestos sachlich no reconocen el
núcleo del trabajo del arquitecto: decidir entre las
diversas soluciones funcionales, la que sea bella,
la que despierte una reacción conmovedora en el
espectador que la contemple. Emoción que no es
un impulso engendrado por la expresividad de la
obra, en la que el artista se refleja, sino un mecanismo formado por la obra en sí misma. Por sus
proporciones: “Un cuadro es una ecuación,”18
expresión de un orden: “Una obra verdaderamente purista debe vencer el azar, canalizar la
emoción; debe ser la imagen rigurosa de una
concepción rigurosa: mediante una concepción
clara, puramente realizada, ofrecer hechos a la
imaginación. El espíritu moderno lo exige.”19
La pureza a la que aspira Le Corbusier no
tiene una especial relación con exigencias funcionales. Le Corbusier separa utilidad y belleza. “Lo
útil no es lo bello.”20 Adolf Loos había tomado
un camino parecido en “Arquitectura”, cuando
afirmaba que todo “lo que sirve para un fin, debe
quedar excluido del reino del arte.”21 Aparentemente, Le Corbusier entiende la arquitectura
de una manera menos radical. Admite como evidente, preliminar, “inevitable”, que la arquitectura debe satisfacer las necesidades planteadas
por un programa funcional. Pero, no nos engañemos, describir una situación con estas palabras
es, sin duda, una manera de manifestar que se
desearía justo lo contrario, es decir, evitar la presión de la utilidad sobre la arquitectura. “En lo
que me concierne, estoy personalmente privado
de cualquier comodidad. Pero puedo crear y soy
perfectamente feliz.”22
De una manera políticamente correcta, Le
Corbusier termina su “defensa de la arquitectura”, dura pero educada respuesta a unas afir-
maciones del crítico y poeta de vanguardia checo
Karel Teige,23 diciendo: “Y le prometo -lo que
me tranquiliza- que estamos todos, en la hora
actual, al pie del mismo muro.”24 ¿Lo creía?
Pocos años después, en 1940, Alvar Aalto
escribe un artículo en una revista inglesa, y lo
titula: “Humanizing architecture.”25 Aunque no
había pasado demasiado tiempo desde los escritos de Meyer y Le Corbusier, en aquellos años
muchas cosas habían sucedido, y en poco tiempo
muchas más acontecerían. Los “felices veinte”
estaban muy lejanos, y la segunda guerra mundial
había empezado. En este ambiente bélico, Aalto
opone formalismo y funcionalismo -cuando hoy
en día más bien pensaríamos que el funcionalismo no hizo sino producir un determinado tipo
de formalismo-; se sitúa del lado del funcionalismo -cuando la mayoría de la crítica de arquitectura más bien ha considerado su obra como
un caso atípico, más próximo al organicismo,
puestos a poner adjetivos-; pero cuestiona su validez atemporal. Defendiendo la continuidad del
proyecto funcionalista, Aalto sostiene que éste,
si quiere mantener su impulso renovador, debe
profundizar en el plano humano y relativizar el
Amedée Ozenfant, Charles Edouard Jeanneret, “Después del
cubismo”; v.o.: 1918, en: Acerca del purismo. Escritos 1918/1926,
El Croquis Editorial, Madrid, 1994, p. 42.
19
Ozenfant-Jeanneret, op. cit., p. 43.
20
Le Corbusier, op. cit., p.54.
21
Adolf Loos, “Arquitectura”; v.o.: 1910, en: Escritos II.
1910/1932, El Croquis Editorial, Madrid, 1993, p.33.
22
Le Corbusier, op. cit., p.54.
23
Sobre Karel Teige véase: Karel Teige. Arte e ideologia.
1922-1