Test Drive | Page 113

113 Función normas racionales.”11 El recuerdo de Lodoli, perdido durante siglos, como sus escritos teóricos destruidos por la Inquisición, ha sido rescatado para convertir a este “Sócrates arquitecto” en precursor del funcionalismo. Lo cierto es que su celo reformador se ocupa, ante todo, de hacer útil la arquitectura, y se concreta en resolver apropiadamente problemas de distribución. Sin embargo, en los Elementi d’Architettura Lodoliana la función no se identifica con utilidad, sino con procesos, del cuerpo -la función digestiva, por ejemplo- o de la política -la función pública-. Así, para Lodoli, no tiene sentido hablar de un objeto funcional. Función se relaciona con representación. Representación social, expresión de la categoría, la clase, del cliente. Un recorrido que acerca el significado de función a su acepción teatral. Ya en el siglo XVII, el concepto de bienséance, incluso más que el término de origen latino comodidad, se había entendido en relación al bienestar de los habitantes y no a la capacidad del objeto para satisfacer unas necesidades.12 Y para que la arquitectura represente y sea “legible” ha de ser “verdadera”. La repulsión por lo falso conduce a Lodoli a oponerse a la elección y disposición irracionales del ornamento. De hecho, no le preocupa tanto reducir la ornamentación, como hacerla apropiada y coherente. Su mentalidad racionalizadora le lleva a sostener la posibilidad de una forma nueva de ornamento que parta de las leyes científicas de la naturaleza; la xilología y la litología, las ciencias que tratan de los principios que gobiernan la madera y la piedra, los materiales esenciales de la construcción. La nueva arquitectura ha de ser visiblemente verdadera y ha de representar las propiedades intrínsecas de la materia mediante la configuración de los edificios. El ornamento debe corresponder con las características del material con que está hecho. En este sentido hay que atacar la imitación en piedra de los elementos de madera: si esta falsa mimesis fuera el origen de la arquitectura clásica, más que de un origen ideal tendríamos que hablar de un pecado original. Nada puede ser más absurdo que utilizar un material para representar a otro. De cualquier manera, según Lodoli, el ornamento no es esencial sino accesorio, tanto para la función como para la representación. Al alba del siglo XIX, Jean-Nicolas Louis Durand considera, en sus lecciones de arquitectura en la napoleónica École polytechnique, la utilidad como el objetivo supremo de la arquitectura, y la conveniencia y la economía los medios para satisfacerla.13 Al relacionar función y economía, Durand aúna dos términos que, un siglo más tarde, los arquitectos de la Nueva Objectividad convertirán en factores de una fórmula matemática. Hasta tal punto Durand está convencido de la certeza de sus principios que no duda en comparar, con la única medida de la economía, la basílica de San Pedro del Vaticano en Roma y la columnata de Bernini, “ejemplo de los funestos efectos que resultan de la ignorancia o del incumplimiento de los verdaderos principios de la arquitectura”, con un proyecto propio, “cuya 11 La frase es de Andrea Memmo, discípulo de Lodoli que en los Elementi d’Arcitettura Lodoliana, editados en 1833, intenta transmitir las enseñanzas recibidas del maestro. Citado por Joseph Rykwert, Los primeros modernos. Los arquitectos del siglo XVIII, Gustavo Gili, Barc V