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Función
normas racionales.”11 El recuerdo de Lodoli, perdido durante siglos, como sus escritos teóricos
destruidos por la Inquisición, ha sido rescatado
para convertir a este “Sócrates arquitecto” en
precursor del funcionalismo. Lo cierto es que su
celo reformador se ocupa, ante todo, de hacer
útil la arquitectura, y se concreta en resolver
apropiadamente problemas de distribución. Sin
embargo, en los Elementi d’Architettura Lodoliana la función no se identifica con utilidad, sino
con procesos, del cuerpo -la función digestiva,
por ejemplo- o de la política -la función pública-.
Así, para Lodoli, no tiene sentido hablar de un
objeto funcional. Función se relaciona con representación. Representación social, expresión de
la categoría, la clase, del cliente. Un recorrido
que acerca el significado de función a su acepción teatral. Ya en el siglo XVII, el concepto de
bienséance, incluso más que el término de origen
latino comodidad, se había entendido en relación
al bienestar de los habitantes y no a la capacidad
del objeto para satisfacer unas necesidades.12
Y para que la arquitectura represente y sea
“legible” ha de ser “verdadera”. La repulsión por
lo falso conduce a Lodoli a oponerse a la elección y disposición irracionales del ornamento.
De hecho, no le preocupa tanto reducir la ornamentación, como hacerla apropiada y coherente.
Su mentalidad racionalizadora le lleva a sostener
la posibilidad de una forma nueva de ornamento
que parta de las leyes científicas de la naturaleza; la xilología y la litología, las ciencias que
tratan de los principios que gobiernan la madera
y la piedra, los materiales esenciales de la construcción. La nueva arquitectura ha de ser visiblemente verdadera y ha de representar las propiedades intrínsecas de la materia mediante la configuración de los edificios. El ornamento debe
corresponder con las características del material
con que está hecho. En este sentido hay que
atacar la imitación en piedra de los elementos
de madera: si esta falsa mimesis fuera el origen
de la arquitectura clásica, más que de un origen
ideal tendríamos que hablar de un pecado original. Nada puede ser más absurdo que utilizar
un material para representar a otro. De cualquier
manera, según Lodoli, el ornamento no es esencial sino accesorio, tanto para la función como
para la representación.
Al alba del siglo XIX, Jean-Nicolas Louis
Durand considera, en sus lecciones de arquitectura en la napoleónica École polytechnique, la
utilidad como el objetivo supremo de la arquitectura, y la conveniencia y la economía los medios
para satisfacerla.13 Al relacionar función y economía, Durand aúna dos términos que, un siglo
más tarde, los arquitectos de la Nueva Objectividad convertirán en factores de una fórmula matemática. Hasta tal punto Durand está convencido
de la certeza de sus principios que no duda en
comparar, con la única medida de la economía,
la basílica de San Pedro del Vaticano en Roma y
la columnata de Bernini, “ejemplo de los funestos efectos que resultan de la ignorancia o del
incumplimiento de los verdaderos principios de
la arquitectura”, con un proyecto propio, “cuya
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La frase es de Andrea Memmo, discípulo de Lodoli que en
los Elementi d’Arcitettura Lodoliana, editados en 1833, intenta
transmitir las enseñanzas recibidas del maestro. Citado por Joseph
Rykwert, Los primeros modernos. Los arquitectos del siglo XVIII,
Gustavo Gili, Barc V