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Algunos de estos residuos que contaminan el suelo pueden ser usados varias veces, como los metales, el vidrio, el papel y el carbón; otros no, como los detergentes, los explosivos, os productos químicos, el plástico. Algo más del 2.5% de la superficie del planeta es tierra cultivada. El 78% de esta superficie es agua o tierra cubierta por hielo. Las selvas y bosques vírgenes cubren un tercio de toda al área de tierra firme; las siembras sólo ocupan menos del 10% de toda el área. La producción de alimentos no puede aumentar al igual que la población, que se ha duplicado dos veces en los últimos dos siglos; consecuentemente la proporción entre hectárea cultivada y el número de habitantes tiende a ser cada vez más insuficiente. Del total de tierra firme con que cuenta el planeta, el 36% es de selvas y bosques vírgenes; el 30% es de pastos; el 23% de desiertos; el 15% de bosques en explotación. RELACIONES INTRA-ESPECÍFICAS. En la medida en que el hombre trata desesperadamente de aumentar la producción de alimentos para salvarse del hambre, pone en riesgo a su planeta, porque los sistemas empleados para incrementar el rendimiento agrícola y pecuario, generalmente empobrecen y contaminan seriamente a los suelos fértiles. En esta forma., la labranza intensiva aumenta la producción pero provoca la pérdida del habitat o medio ambiente de numerosas especies silvestres; los plaguicidas acaban con las plagas, pero pueden dañar al ser humano y a la vida silvestre en general; los fertilizantes incrementan el rendimiento, pero causan la contaminación de las aguas; la irrigación abre nuevos campos a la agricultura, pero genera la alcalinidad de los suelos; Otro de los vehículos de la contaminación de los suelos son las basuras y desperdicios que se generan en los centros urbanos, que cuando no son manejados con sistemas modernos y adecuados llegan a formar gigantescos amontonamientos que propician múltiples enfermedades, estimulan la multiplicación de roedores, moscas y gérmenes. No es fácil reponer o substituir las áreas cultivables dañadas por la contaminación, desmontando bosques o abatiendo las selvas, esto rompe el equilibrio ecológico pues reduce la capacidad de la naturaleza para reponer el oxígeno que consumimos. Resulta muy importante el valor que tiene la vegetación en la lucha contra la contaminación ambiental. Una sola hectárea de bosque, por ejemplo, es capaz de remover de la atmósfera cada año 2 700 kilogramo de dióxido de carbono y devolver a la misma 2 000 kilogramos de oxigeno. Un solo árbol, cuya corona tenga un diámetro de 14 metros, es capaz de producir el oxígeno que tres individuos requieren durante un día. Los bosques y la cortinas de árboles de dimensiones adecuadas son también un control efectivo contra las tolvaneras, ya que reducen la fuerza de los vientos y, por lo tanto, la erosión de tipo eólico, que deteriora el suelo y lo 50