Test Drive | Page 120

-¡Fatalidad!... ¡Fatalidad!... -murmuró con voz sorda-. La muchacha de los cabellos de oro traerá la desventura a los tigres de Mompracem. -Valor, hermanito mío -le dijo Yáñez, poniéndole una mano en el hombro-. No desesperemos todavía. Quizá nuestros praos han sido empujados muy lejos y tan gravemente dañados, que no han podido hacerse enseguida a la mar. Hasta que no encontremos los pecios, no tenemos por qué creer que se hayan hundido. -Pero nosotros no podemos esperar, Yáñez. ¿Quién me dice que el lord se quedará todavía mucho tiempo en su quinta? -Tampoco tienes por qué desearlo, amigo. -¿Qué quieres decir, Yáñez? -Que tenemos hombres suficientes para atacarlo si tuviera que abandonar su quinta, y para arrebatarle a su preciosa sobrina. -¿Quer